Quien comienza a rezar las Horas...
Que las Horas no sean nunca una ocasión de sobreponer nuestra palabra a la de Dios, sino, por el contrario, de dirigirnos a él con sus propias palabras. Todo requiere tiempo, también el comenzar a hacer nuestro un lenguaje que está ajeno a las tensiones y apuros de la vida cotidiana.
“La unidad de la Iglesia orante es realizada por el Espíritu Santo, que es el mismo en Cristo, en la totalidad de la Iglesia y en cada uno de los bautizados. El mismo «Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad» y «aboga por nosotros con gemidos que no pueden ser expresados en palabras»; siendo el Espíritu del Hijo, nos infunde el «espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba! (Padre).» (Laudis Canticum 8)