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sábado, 3 de octubre de 2020

CATEQUESIS SOBRE EL REZO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS - PARTE 8


    "Al despertar me saciaré de tu semblante"
Los Laudes, oración de la mañana

    Laudes y Vísperas, en lo que se refiere a la estructura de la celebración, son muy similares. Ambas comienzan con un verso introductorio –"Dios mío, ven en mi auxilio", su respuesta correspondiente, el "Gloria al Padre" y su respuesta–. Se hace entonces un himno, que de forma poética y también ‘popular’, nos introduce en la celebración, tal y como ocurre en la misa con el canto de entrada.

    Los salmos en Laudes son tres. En Laudes tiene mucha importancia el simbolismo de la mañana: la luz que nace. Los Laudes están orientados a la santificación de la mañana, consagrando el día que empieza a Cristo. La Ordenación General de la Liturgia de las Horas, que es el gran documento que la Iglesia nos ofrece como explicación y regulación del Oficio Divino, cita a este respecto un hermosísimo texto de San Basilio: «Al comenzar el día oramos para que los primeros impulsos de la mente y del corazón sean para Dios, y no nos preocupemos de cosa alguna antes de habernos llenado de gozo con el pensamiento en Dios, según está escrito: "Me acordé del Señor y me llené de gozo" (Sal 76, 4), ni empleemos nuestro cuerpo en el trabajo antes de poner por obra lo que fue dicho: "por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa, me acerco y te miro" (Sal. 5, 4-5)».

    Esa luz que nace en la mañana es cantada siempre por el primer salmo de Laudes. Allí encontraremos alguna alusión a la aurora, a la luz, a la mañana… Nosotros, al rezar Laudes, aplicamos esa realidad material y la entendemos como un simbolismo de la resurrección de Cristo. Laudes, así, se convierte, cada mañana, en una memoria de la resurrección del Señor, como lo es el domingo en el contexto de la semana.

    El segundo salmo no está tomado del libro de los Salmos, sino que es uno de los numerosos cánticos que encontramos en el Antiguo Testamento: piezas en forma de salmo dispersas por los otros libros sagrados, que se insertan aquí en Laudes para ayudarnos en la oración.

    El tercer salmo, por otra parte, es siempre un salmo de alabanza, porque esa es la actitud justa al comienzo del día: alabanza y agradecimiento a Dios, que nos ha concedido este día para que podamos alabarle y bendecirle con nuestras obras.

    Junto con los salmos, los Laudes nos ofrecen una brevísima proclamación de la Palabra: apenas unos versículos –aunque nada se opone a que se haga una proclamación más extensa, sobre todo en la celebración comunitaria–.

    Acabada esa proclamación se hace un cántico: el Benedictus. Es un cántico tomado del Evangelio –en este caso de San Lucas–, y por eso se hace de pie y haciendo al principio de su proclamación la señal de la cruz. Los cánticos evangélicos son solamente tres –Benedictus, Magnificat y Nunc dimittis–, y por eso y por su importancia la Liturgia de las Horas les ha dejado un lugar privilegiado en Laudes, Vísperas y Completas. El Benedictus, cántico de Zacarías, padre de Juan Bautista, canta la venida del Mesías, como bendición de Dios, "sol que nace de lo alto", por lo que su proclamación en Laudes refuerza el sentido matutino simbólico de la oración.

    Las preces servirán para consagrar a Dios el día que comienza y el trabajo que vamos a realizar en él. El Padrenuestro y la oración conclusiva cerrarán una oración que, sencilla en su estructura, es enormemente densa y ciertamente provechosa para quien la reza.

Fuente: diocesisdecartagena.org