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martes, 17 de noviembre de 2020

CATEQUESIS SOBRE EL REZO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS - PARTE 11


V. TERCIA, SEXTA, NONA: LA HORA INTERMEDIA

74. Conforme a una tradición muy antigua de la Iglesia, los cristianos acostumbraron a orar por devoción privada en determinados momentos del día, incluso en medio del trabajo, a imitación de la Iglesia apostólica; esta tradición, andando el tiempo, cristalizó de diversas maneras en celebraciones litúrgicas.

75. Tanto en Oriente como en Occidente se ha mantenido la costumbre litúrgica de rezar Tercia, Sexta y Nona, principalmente porque se unía a estas Horas el recuerdo de los acontecimientos de la pasión del Señor y de la primera propagación del Evangelio.

76. El Concilio Vaticano II ha establecido que las Horas menores de Tercia, Sexta y Nona se mantengan en el Oficio coral.
Deberá mantenerse este uso litúrgico de recitar las tres Horas, salvo derecho particular, por todos aquellos que se consagran a la vida contemplativa; se aconseja también a todos, principalmente a los que se encuentran en retiro espiritual o en alguna reunión de pastoral.

77. Sin embargo, fuera del Oficio coral, y salvo derecho particular, cabe elegir una sola de estas tres Horas, aquella que más se acomode al momento del día, a fin de que se mantenga la tradición de orar durante el día, en medio del trabajo.

78. La disposición de las Horas de Tercia, Sexta y Nona se ha hecho teniendo en cuenta tanto a los que sólo recitan una Hora u «Hora intermedia», como a los que por obligación o libre voluntad celebran las tres.

79. Tercia, Sexta y Nona o la «Hora intermedia» se comienza con la invocación: Dios mío, ven en mi auxilio, con el Gloria al Padre. Como era y el Aleluya (que se omite en el tiempo de Cuaresma). Luego se dice el himno correspondiente a la Hora. A continuación se hace la salmodia, seguida de la lectura breve y del versículo. Concluye la Hora con la oración conclusiva y, al menos cuando se celebra en común, con la aclamación: Bendigamos al Señor, y la respuesta: Demos gracias a Dios.

80. A cada una de las Horas se le asignan diversos himnos y oraciones, de forma que, conforme a la tradición, concuerde de verdad con el tiempo real y se facilite mejor la santificación de los diversos momentos del día; por lo mismo, el que sólo recite una Hora procurará elegir los elementos que mejor correspondan a la misma.
Además, las lecturas breves y las oraciones varían de acuerdo con el día, el tiempo o la fiesta.

FUENTE: CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA LAUDIS CANTICUM


sábado, 31 de octubre de 2020

CATEQUESIS SOBRE EL REZO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS - PARTE 12


¿Qué significan las letras «V» y «R» en el rezo?

    Las letras -usadas desde antiguo- posiblemente se refieran a las palabras latinas Versiculum y Responsio.

    Efectivamente, esas letras, que las verás en distintos momentos de la oración, no sólo en el invitatorio, indican las partes "responsoriales" en el rezo comunitario. El verso indicado con «V» lo recita solo quien preside la oración, mientras que los versos marcados con «R» los recita el conjunto de la asamblea.


    El mismo significado tienen en los responsorios de las lecturas, sólo que allí el encargado de recitar los versículos «V» es quien haya hecho la lectura, que no necesariamente es quien preside la oración.

    Por supuesto, todo esto no tiene ninguna incidencia en el rezo individual, donde uno mismo recita los versículos y sus respuestas.


Fuente: https://www.eltestigofiel.org/

 

domingo, 11 de octubre de 2020

CATEQUESIS SOBRE EL REZO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS - PARTE 10


"Protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz"

    Antes del descanso nocturno se rezan las Completas. Es, por tanto, la última oración del día. Su estructura es muy simple: se abren con el versículo "Dios mío, en mi auxilio". Antes de rezar el himno se hace el examen de conciencia. Se trata de examinar, a la luz de la fe, el día que ha transcurrido, pidiendo perdón a Dios especialmente por lo que el pecado no nos ha dejado hacer.

    En el rezo individual, el examen de conciencia se hace en un momento más o menos prolongado de silencio. Cuando las Completas de rezan comunitariamente se utiliza uno de los formularios del acto penitencial de la Misa, es decir: o bien el "Yo confieso", o la letanía "Señor, ten misericordia de nosotros…" o las aclamaciones a Cristo: "Señor, ten piedad", introducidas por breves frases, llamadas "tropos". En cualquier caso, no debe faltar un tiempo de silencio oportuno que nos permita entrar en un diálogo con Dios, examinando nuestra conciencia a la luz de su Palabra.

   Acabado el examen de conciencia se hace el himno. Como en las demás celebraciones, después del himno viene la salmodia. En Completas se reza un único salmo –o dos muy breves, en el caso de los miércoles y de los sábados.

    Las Completas tienen un ciclo semanal: cada semana se repiten los mismos salmos. Hay salmos para cada día de la semana, incluyendo las primeras Vísperas del domingo –en la noche del sábado al domingo– y las segundas Vísperas. En el caso de las solemnidades se rezan también esos mismos salmos, porque las solemnidades tienen, como el caso del domingo, primeras y segundas Vísperas, es decir, comienzan en la tarde del día anterior.

    ¿Qué salmos se han elegido para la Completas? Fundamentalmente salmos que hablan de la confianza en el Señor, especialmente en medio de las dificultades, de las tinieblas. Al día siguiente, con el alba, la oración de Laudes cantará, como recordaremos, la alabanza de la luz que rompe esas tinieblas. Pero ahora, en medio de la noche, antes del descanso nocturno, siendo las tinieblas un poderoso signo de todo lo que nos aparta de Dios, rezamos confiados y pedimos al Señor que permanezca junto a nosotros.

    Las Completas son una oración que muchos recitan de memoria. En este caso se puede utilizar siempre la salmodia del domingo.

    Después del salmo –o de los dos breves salmos– viene una lectura brevísima, un responsorio que es siempre el mismo –"A tus manos, Señor encomiendo mi espíritu. Tú, el Dios leal, me librarás"–, que redunda en el tema del abandono confiado en Dios, y el cántico evangélico, que en el caso de las completas es el cántico del anciano Simeón, que reza a Dios cuando ha podido tener en sus manos al Niño Jesús, colmando así el anhelo de toda su vida. Es el cántico del Nunc dimittis: "Ahora, Señor, según tu promesa…".

    Las Completas concluyen con la oración final y con la bendición: "El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa", que se hace incluso aunque se reciten las Completas individualmente.

    La última oración del día se vuelve hacia la Virgen María, recitándose una de las cuatro antífonas marianas que propone el Oficio de Completas, concluyendo así, con la intercesión de María, un día que, ayudados por la oración, ha podido transcurrir en la presencia del Señor.

Fuente: diocesisdecartagena.org

martes, 6 de octubre de 2020

CATEQUESIS SOBRE EL REZO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS - PARTE 9


    "Suba mi oración como ofrenda de la tarde"

 Las Vísperas, oración del atardecer

    Las Vísperas constituyen la oración de la tarde, o, más propiamente, del atardecer, cuando ya declina el día. La celebración vespertina del Oficio Divino tiene un sentido ante todo de acción de gracias a Dios. Si los Laudes suponían una ofrenda a Dios del día que comenzaba y trabajo que íbamos a realizar en él, las Vísperas se elevan a Dios en acción de gracias por todos los dones que el Señor nos ha concedido a lo largo del día, sabiendo que lo que hemos podido realizar lo hemos hecho con su ayuda.

    En Laudes, además, el simbolismo de la luz matutina nos ayudaba a expresar la resurrección del Señor, fundamento de la vida nueva que estamos llamados a vivir a lo largo de toda la jornada. Las Vísperas, por su parte, hacen memoria de la Redención: el sacrificio de Cristo en la cruz ha supuesto para nosotros el perdón de los pecados y la participación en la misma viva de Dios, que nos ha hecho hijos en el Hijo. Esta memoria de la redención se hace en las Vísperas mediante la oración.

    En el Antiguo Testamento la oración de la tarde tiene mucha importancia. El judío piadoso, como nos recuerdan los salmos, se une a la oración del Templo de Jerusalén, para que su oración suba a Dios como ese incienso que allí se ofrece: "el alzar de mis manos suba a ti como el incienso de la tarde".

    Este simbolismo de la oración de la tarde lo vemos cumplido, como hemos dicho, en la ofrenda de Cristo en la cruz, donde Él alzó las manos por la salvación del mundo, como fue anunciado por Jesús a sus discípulos la tarde anterior, cuando instituyó la Eucaristía como memorial de su sacrificio.

    La Iglesia ha orado desde el principio en acción de gracias por la tarde. Tanto es así que el himno más antiguo que conservamos, datable en el siglo I de nuestra era, es un canto vespertino, que, al introducir en la asamblea la luz, necesaria para desarrollar la celebración, se da cuenta de que esa luz simboliza a Cristo mismo, y a Él canta con gozo, dándole gracias: "Oh luz gozosa de la santa gloria del Padre celeste inmortal, santo y feliz Jesucristo. Al llegar el ocaso del sol, contemplando la luz de la tarde, cantamos al Padre y al Hijo y al Espíritu de Dios. Tú eres digno de ser alabado siempre por santas voces. Hijo de Dios, que nos diste la vida, el mundo entero te glorificará". A todos nos suena la letra, porque lo hemos cantado muchas veces con la música que le puso el músico francés Lucien Deiss.

    Respecto a la estructura de la celebración, es muy similar a Laudes, con la salvedad de que lo que en Laudes está tomado del Antiguo Testamento en Vísperas está tomado del Nuevo, como queriendo expresar el cumplimiento del designio amoroso de Dios en Jesucristo.

    Los dos primeros salmos son apropiados para esa acción de gracias que es lo fundamental en Vísperas. Puede ser también un salmo dividido en dos. El cántico ocupa el tercer lugar en la salmodia, y está tomado de las cartas del Nuevo Testamento. El cántico evangélico es el Magnificat, donde la Virgen María expresa esa acción gracias por la obra de Dios.


Fuente: diocesisdecartagena.org


    

sábado, 3 de octubre de 2020

CATEQUESIS SOBRE EL REZO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS - PARTE 8


    "Al despertar me saciaré de tu semblante"
Los Laudes, oración de la mañana

    Laudes y Vísperas, en lo que se refiere a la estructura de la celebración, son muy similares. Ambas comienzan con un verso introductorio –"Dios mío, ven en mi auxilio", su respuesta correspondiente, el "Gloria al Padre" y su respuesta–. Se hace entonces un himno, que de forma poética y también ‘popular’, nos introduce en la celebración, tal y como ocurre en la misa con el canto de entrada.

    Los salmos en Laudes son tres. En Laudes tiene mucha importancia el simbolismo de la mañana: la luz que nace. Los Laudes están orientados a la santificación de la mañana, consagrando el día que empieza a Cristo. La Ordenación General de la Liturgia de las Horas, que es el gran documento que la Iglesia nos ofrece como explicación y regulación del Oficio Divino, cita a este respecto un hermosísimo texto de San Basilio: «Al comenzar el día oramos para que los primeros impulsos de la mente y del corazón sean para Dios, y no nos preocupemos de cosa alguna antes de habernos llenado de gozo con el pensamiento en Dios, según está escrito: "Me acordé del Señor y me llené de gozo" (Sal 76, 4), ni empleemos nuestro cuerpo en el trabajo antes de poner por obra lo que fue dicho: "por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa, me acerco y te miro" (Sal. 5, 4-5)».

    Esa luz que nace en la mañana es cantada siempre por el primer salmo de Laudes. Allí encontraremos alguna alusión a la aurora, a la luz, a la mañana… Nosotros, al rezar Laudes, aplicamos esa realidad material y la entendemos como un simbolismo de la resurrección de Cristo. Laudes, así, se convierte, cada mañana, en una memoria de la resurrección del Señor, como lo es el domingo en el contexto de la semana.

    El segundo salmo no está tomado del libro de los Salmos, sino que es uno de los numerosos cánticos que encontramos en el Antiguo Testamento: piezas en forma de salmo dispersas por los otros libros sagrados, que se insertan aquí en Laudes para ayudarnos en la oración.

    El tercer salmo, por otra parte, es siempre un salmo de alabanza, porque esa es la actitud justa al comienzo del día: alabanza y agradecimiento a Dios, que nos ha concedido este día para que podamos alabarle y bendecirle con nuestras obras.

    Junto con los salmos, los Laudes nos ofrecen una brevísima proclamación de la Palabra: apenas unos versículos –aunque nada se opone a que se haga una proclamación más extensa, sobre todo en la celebración comunitaria–.

    Acabada esa proclamación se hace un cántico: el Benedictus. Es un cántico tomado del Evangelio –en este caso de San Lucas–, y por eso se hace de pie y haciendo al principio de su proclamación la señal de la cruz. Los cánticos evangélicos son solamente tres –Benedictus, Magnificat y Nunc dimittis–, y por eso y por su importancia la Liturgia de las Horas les ha dejado un lugar privilegiado en Laudes, Vísperas y Completas. El Benedictus, cántico de Zacarías, padre de Juan Bautista, canta la venida del Mesías, como bendición de Dios, "sol que nace de lo alto", por lo que su proclamación en Laudes refuerza el sentido matutino simbólico de la oración.

    Las preces servirán para consagrar a Dios el día que comienza y el trabajo que vamos a realizar en él. El Padrenuestro y la oración conclusiva cerrarán una oración que, sencilla en su estructura, es enormemente densa y ciertamente provechosa para quien la reza.

Fuente: diocesisdecartagena.org

miércoles, 30 de septiembre de 2020

CATEQUESIS SOBRE EL REZO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS - PARTE 7



    Las semanas del salterio son cuatro: I, II, III y IV (1, 2, 3 y 4). excepto las Completas que solo tiene una.

¿Qué quiere decir esto? que los 150 salmos del Salterio (aproximadamente, porque no se leen todos), más los cánticos del Antiguo y del Nuevo Testamento se distribuyen en 28 combinaciones, 7 por cada semana; terminadas las cuatro semanas, se vuelve a repetir el esquema. Siempre hablando para el caso del Tiempo Ordinario.


Esta regla no se aplica a los cambios de tiempos. Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua, que comienzan desde el Salterio I. Tampoco los días siguientes a Miércoles de ceniza, que son especiales.

Cómo saber en que semana del Salterio se debe rezar

    Para poder saber en qué semana del salterio se está, debe saberse de antemano la semana del tiempo litúrgico (Tomado del calendario litúrgico).

Entonces, se divide la semana del tiempo litúrgico en el que estemos por 4.

El resultado no importa, pero sí el resto

El resto de la división que realizamos es la semana del salterio. Si da resto cero, es porque estamos en la semana IV (4).

    

jueves, 24 de septiembre de 2020

BREVE CATEQUESIS SOBRE EL REZO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS - PARTE 6


 El AÑO LITÚRGICO Y EL REZO DEL OFICIO

    El Año Litúrgico

     El año litúrgico no consiste en 365 días todos iguales entre sí, como el año civil, sino en un conjunto de días todos distintos entre sí, que van alternando días  "festivos", "conmemorativos", etc. De carácter más alegre o más penitencial, etc. 

    Nuestro año litúrgico comienza con la espera (del nacimiento) del Señor, el Adviento ("advenimiento") y termina con la celebración de "Jesucristo, Rey del universo" (hacia fines de noviembre del siguiente año), pasando por todo el camino de la redención: el Nacimiento, la Pasión, la Resurrección, la venida del Espíritu Santo hasta la glorificación definitiva de nuestro Señor.

    El centro del año litúrgico lo constituye el Santo Triduo Pascual, es decir, desde la Cena del Señor (Jueves Santo), la celebración de la Pasión (Viernes Santo), descenso a la muerte (Sábado Santo) y resurrección (Domingo de Resurrección). Esta celebración se rige por el antiguo calendario judío, de origen lunar, que varía cada año respecto del año civil (solar). Esta es la celebración más fuerte del año; hacia atrás, todo tiene carácter de espera, mientras que hacia adelante, todo tiene carácter de realización definitiva.

    En el tiempo de Adviento, período fuerte y de carácter penitencial, los textos de la liturgia combinan los temas de la espera del nacimiento del Señor, con el tema de la espera de su venida final  al encuentro con el Señor.

    Con la Navidad comienza el tiempo de Navidad, que se extiende unas dos semanas, un tiempo semifuerte, con el carácter gozoso propio del nacimiento humano de nuestro Señor. Durante estas dos semanas se suceden varias solemnidades y fiestas, todas ellas ligadas a la vida terrena de Jesús. Culmina con la celebración de la Epifanía (venida de los Reyes Magos)

    Terminado este tiempo, comienza el tiempo "débil" llamado Ordinario (TO), que comprende 34 semanas (¡más de la mitad del año!) y se divide en dos partes: las primeras 7 a 9 semanas (dependiendo de la fecha de la Pascua de cada año), antes de la miércoles de Ceniza (comienzo de la Cuaresma, hacia febrero-marzo), y las restantes luego de la Solemnidad de Pentecostés (hacia junio). En el Tiempo Ordinario es donde veremos acumularse la memorias de los santos.

    Luego de la primera parte del TO comienza el tiempo fuerte de Cuaresma, tiempo penitencial por excelencia, en el que durante 40 días conmemoramos simbólicamente los 40 años de Israel en el desierto y los 40 días en los que Jesús fue tentado. Todos los textos de este tiempo recuerdan la inminencia de la Pasión. En la catequesis antigua de la Iglesia, este tiempo era también el tiempo de penitencia y purificación de quienes iban a recibir el bautismo en Pascua -no en cualquier otro momento- a lo que se unía en la preparación toda la comunidad creyente.

    Terminada la Cuaresma con el Domingo de Ramos, comienza la Semana Santa, que desemboca en el Santo Triduo Pascual, el tiempo fortísimo, en el que gira como en un eje todo el año litúrgico, de donde saca sus caracteres todo el resto del año: el triple movimiento de dolor (viernes), silencio (sábado), explosiva alegría (domingo), lo veremos aparecer en el resto de los tiempos, y a su vez en el ritmo interno de cada una de las semanas del año.

    Con el Domingo de Resurrección comienza el Tiempo de Pascua (TP). Sin embargo, es tan fuerte el gozo de ese domingo, que se extiende durante ocho días enteros, la llamada "Octava de Pascua". Una curiosidad de la Octava es que se reza todos los días lo mismo, como si se tratara siempre del mismo domingo. También las misas de la Octava son siempre la misma misa de Resurrección. Durante esta semana los catecúmenos llevaban su ropa blanca bautismal que se quitaban al domingo siguiente que por esto se lo llamó «in albis» («en -vestiduras- blancas»).

    Durante el tiempo Pascual predomina el carácter alegre y festivo (pero si prestamos atención a los textos de cada día, ese carácter alegre se combina con el ritmo semanal de dolor-silencio-gozo ya mencionado). En él se suceden 50 días de recuerdo de la Resurrección, donde al mismo tiempo se va preparando el "fruto" de esa resurrección. A los 50 días, la fiesta de Pentecostés, una antigua fiesta judía que conmemoraba la recolección de los primeros frutos del campo, conmemorará para nosotros los primeros frutos visibles de la Resurrección: la venida del Espíritu Santo, y por lo tanto el impulso misionero de la Iglesia.

    Con el domingo de Pentecostés finaliza el Tiempo Pascual, aunque su carácter glorioso se extiende unos días más, hasta la celebración del Cuerpo y Sangre del Señor, a partir de la cual se retoma el carácter más neutro del Tiempo Ordinario.

    Que el Tiempo Ordinario sea neutro, o "débil", no implica que no tenga su propio ritmo. Ante todo por ese triple movimiento de cada semana (dolor-silencio-gozo), pero también porque a medida que pasan las semanas los textos van haciendo cada vez más alusión a la Segunda Venida del Señor, que se celebra con la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, con la que -como se ha dicho- finaliza el año litúrgico.


¿Dónde se notan estos distintos caracteres de los tiempos litúrgicos?

    En los tiempos semifuertes y fuertes, se notan en todos los textos y horas: en los himnos, las antífonas, las lecturas, las preces, etc.

    En cambio, en el largo Tiempo Ordinario, estas alusiones a la espera del Señor se ven más en el Oficio de Lecturas, en las oraciones finales de cada Hora y en la antífona del Cántico Evangélico de los domingos, ya que los demás textos están engarzados en un ritmo de cuatro semanas que se repiten cíclicamente.

BREVE CATEQUESIS SOBRE EL REZO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS - PARTE 5


Quien comienza a rezar las Horas...

    Que las Horas no sean nunca una ocasión de sobreponer nuestra palabra a la de Dios, sino, por el contrario, de dirigirnos a él con sus propias palabras. Todo requiere tiempo, también el comenzar a hacer nuestro un lenguaje que está ajeno a las tensiones y apuros de la vida cotidiana.

    “La unidad de la Iglesia orante es realizada por el Espíritu Santo, que es el mismo en Cristo, en la totalidad de la Iglesia y en cada uno de los bautizados. El mismo «Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad» y «aboga por nosotros con gemidos que no pueden ser expresados en palabras»; siendo el Espíritu del Hijo, nos infunde el «espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba! (Padre).» (Laudis Canticum 8)

martes, 15 de septiembre de 2020

BREVE CATEQUESIS SOBRE EL REZO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS - PARTE 4



Quien comienza a rezar las Horas...

    Por eso es preferible a quien comienza, ajustarse al ciclo de cuatro semanas hasta haberse empapado de su sentido. Durante un primer tiempo es mejor obviar las memorias, así sean obligatorias, para que lleguemos a sintonizar con la progresión de salmos y otros textos.
    Lo mismo, no conviene proponerse en principio más que el rezo de una de las Horas Mayores, y seguir esa Hora hasta que hayamos incorporado su movimiento a nuestra vida cotidiana.
    
“Buscando a Cristo y penetrando cada vez más por la oración en su misterio, alaben a Dios y eleven súplicas con los mismos sentimientos con que oraba el divino Redentor”. (Laudis Canticum 19)

BREVE CATEQUESIS SOBRE EL REZO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS - PARTE 3



Quien comienza a rezar las Horas...

    El peligro de esa estructuración es convertirla en una estructura externa y farisea en definitiva. Esta actitud debe evitarse siempre. Por el contrario: el ritmo de las Horas debe impregnar nuestro corazón, pero que sea verdaderamnte el ritmo de las horas el que lo impregne, y no las rúbricas y pequeños "preceptos" de cómo celebrarlas.

    “Para que se adueñe de esta oración cada uno de los que en ella participan, para que sea manantial de piedad y de múltiples gracias divinas, y nutra, al mismo tiempo, la oración personal y la acción apostólica, conviene que la celebración sea digna, atenta y devota, de forma que la misma mente concuerde con la voz.“. (Laudes Canticum,19)

BREVE CATEQUESIS SOBRE EL REZO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS - PARTE 1


Quien comienza a rezar las Horas...

    Lo primero que debe tener presente el que quiere introducirse en el rezo de las Horas, es que no hará una oración surgida de su propio corazón sino del corazón de toda la Iglesia.

    “Por tanto, cuando los fieles son convocados y se reúnen para la Liturgia de las Horas, uniendo sus corazones y sus voces, visibilizan a la Iglesia, que celebra el misterio de Cristo“. (Laudis Canticum 2)

BREVE CATEQUESIS SOBRE EL REZO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS - PARTE 2



Quien comienza a rezar las Horas...

  Las Horas son también oración muy estructurada, y en donde cada parte está puesta en fuerte relación con los demás textos. Es una experiencia muy bella ir percibiendo esas relaciones y ritmos, cómo va resonando una acción de gracias junto a un pedido de perdón, cómo se superpone al ruego personal el recuerdo de la Jerusalén que nos espera, etc...
  “Tanto en la celebración comunitaria, como en la recitación a solas, se mantiene la estructura esencial de esta Liturgia, que es un coloquio entre Dios y el hombre“. (Laudes Canticum 33)