TIEMPO ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA XXXI
Del Común de la Santísima Virgen María. Salterio III
7 de noviembre
MARÍA, MEDIANERA DE TODAS LAS GRACIAS (MEMORIA)
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Venid, adoremos a Cristo, Hijo de María Virgen.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: LUCERO DE LA MAÑANA
Lucero de la mañana,
norte que muestra el camino,
cuando turba de continuo
nuestro mar la tramontana.
Quien tanta grandeza explica
sin alas puede volar,
porque no podrá alabar
a la que es más santa y rica.
Sois pastora de tal suerte,
que asegurais los rebaños
de mortandades y daños,
dando al lobo cruda muerte.
Dais vida a quien se os aplica,
y en los cielos y en la tierra
librais las almas de guerra,
como poderosa y rica.
Si vuestro ejemplo tomasen
las pastoras y pastores,
yo fío que de dolores
para siempre se librasen.
Tanto Dios se os comunica,
que sin fin os alabamos,
y más cuando os contemplamos
en el mundo la más rica. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.
Salmo 68, 2-22. 30-37 I - LAMENTACIÓN Y PLEGARIA DE UN FIEL DESOLADO
Dios mío, sálvame,
que me llega el agua al cuello:
me estoy hundiendo en un cieno profundo
y no puedo hacer pie;
he entrado en la hondura del agua,
me arrastra la corriente.
Estoy agotado de gritar,
tengo ronca la garganta;
se me nublan los ojos
de tanto aguardar a mi Dios.
Más que los cabellos de mi cabeza
son los que me odian sin razón;
más duros que mis huesos,
los que me atacan injustamente.
¿Es que voy a devolver
lo que no he robado?
Dios mío, tú conoces mi ignorancia,
no se te ocultan mis delitos.
Que por mi causa no queden defraudados
los que esperan en ti, Señor de los ejércitos.
Que por mi causa no se avergüencen
los que te buscan, Dios de Israel.
Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
Cuando me aflijo con ayunos, se burlan de mí;
cuando me visto de saco, se ríen de mí;
sentados a la puerta murmuran,
mientras beben vino me cantan burlas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.
Ant 2. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
Salmo 68, 2-22. 30-37 II
Pero mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude:
arráncame del cieno, que no me hunda;
líbrame de los que me aborrecen,
y de las aguas sin fondo.
Que no me arrastre la corriente,
que no me trague el torbellino,
que no se cierre la poza sobre mí.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia,
por tu gran compasión vuélvete hacia mí;
no escondas tu rostro a tu siervo:
estoy en peligro, respóndeme en seguida.
Acércate a mí, rescátame,
líbrame de mis enemigos:
estás viendo mi afrenta,
mi vergüenza y mi deshonra;
a tu vista están los que me acosan.
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
Ant 3. Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Salmo 68, 2-22. 30-37 III
Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias;
le agradará a Dios más que un toro,
más que un novillo con cuernos y pezuñas.
Miradlo los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas.
El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
V. El Señor nos instruirá en sus caminos.
R. Y marcharemos por sus sendas.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Jeremías 42, 1-16; 43, 4-7
SUERTE DE JEREMÍAS Y DEL PUEBLO DESPUÉS DE LA TOMA DE JERUSALÉN
En aquellos días, los capitanes, con Juan, hijo de Qarej, y Yezanías, hijo de Hosaías, y todo el pueblo, desde el menor hasta el mayor, acudieron al profeta Jeremías y le dijeron:
«Acepta nuestra súplica, y ruega al Señor, tu Dios, por nosotros y por todo este resto; porque quedamos bien pocos de la multitud, como lo pueden ver tus ojos. Que el Señor, tu Dios, nos indique el camino que debemos seguir y lo que debemos hacer.»
El profeta Jeremías les respondió:
«De acuerdo, yo rezaré al Señor, vuestro Dios, según me pedís, y todo lo que el Señor, vuestro Dios, me responda os lo comunicaré, sin ocultaros nada.» Ellos dijeron a Jeremías:
«El Señor sea testigo veraz y fiel contra nosotros, si no cumplimos todo lo que el Señor, tu Dios, te mande decirnos: sea favorable o desfavorable, escucharemos la voz del Señor, nuestro Dios, a quien nosotros te enviamos, para que nos vaya bien, escuchando la voz del Señor, nuestro Dios.»
Pasados diez días vino la palabra del Señor a Jeremías. Éste llamó a Juan, hijo de Qarej, a todos sus capitanes y a todo el pueblo, del menor al mayor, y les dijo:
«Así dice el Señor, Dios de Israel, a quien me enviasteis para presentarle vuestras súplicas: "Si os quedáis a vivir en esta tierra, os construiré y no os destruiré, os plantaré y no os arrancaré; porque me pesa del mal que os he hecho. No temáis al rey de Babilonia, a quien ahora teméis; no lo temáis —oráculo del Señor—, porque yo estoy con vosotros para salvaros y libraros de su mano. Le infundiré compasión para que os compadezca y os deje vivir en vuestras tierras. Pero si decís: 'No habitaremos en esta tierra —desoyendo la voz del Señor, vuestro Dios—, sino que iremos a Egipto, donde no conoceremos la guerra ni oiremos el son de la trompeta ni pasaremos hambre de pan; y allí viviremos', entonces, resto de Judá, escuchad la palabra del Señor."
Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: "Si os empeñáis en ir a Egipto, para residir allí, la espada que vosotros teméis os alcanzará en Egipto, y el hambre que os asusta os irá pisando los talones en Egipto, y allí moriréis."»
Pero ni Juan, hijo de Qarej, ni sus capitanes ni el pueblo escucharon la voz del Señor, que les mandaba quedarse a vivir en tierra de Judá; sino que Juan, hijo de Qarej, y sus capitanes reunieron al resto de Judá, que había vuelto de todos los países de la dispersión para habitar en Judá: hombres, mujeres, niños, las hijas del rey y cuantos Nabusardán, jefe de la guardia, había encomendado a Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán; y también al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Nerías. Y entraron en Egipto, sin obedecer la voz del Señor, y llegaron a Tafne.
RESPONSORIO Jr 42, 2; Lm 5, 3
R. Ruega al Señor, tu Dios, por nosotros y por todos los que han sobrevivido, * porque hemos quedado pocos de los muchos que éramos.
V. Hemos quedado como huérfanos sin padre, y nuestras madres son como viudas.
R. Porque hemos quedado pocos de los muchos que éramos.
SEGUNDA LECTURA
De la Constitución dogmática Lumen géntium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano Segundo
(Núms. 61-62)
LA MATERNIDAD DE MARÍA EN LA ECONOMÍA DE LA GRACIA
La Bienaventurada Virgen, predestinada desde toda la eternidad cual madre de Dios junto con la encarnación del Verbo por designio de la divina providencia, fue en la tierra la esclarecida madre del divino Redentor y en forma singular la generosa colaboradora entre todas las creaturas y la humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras él moría en la cruz, cooperó en forma del todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad, en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es nuestra madre en el orden de la gracia.
Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la anunciación, y lo mantuvo sin vacilación al pie de la cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación.
Por su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz.
Por eso la Bienaventurada Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de abogada, auxiliadora, favorecedora, mediadora. Lo cual, sin embargo, se entiende de manera que nada quite ni agregue a la dignidad y eficacia de Cristo, único mediador.
Porque ninguna creatura puede compararse jamás con el Verbo encarnado, nuestro Redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es participado de varias maneras, tanto por los ministros como por el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en formas distintas en las creaturas, así también la única mediación del Redentor no excluye sino que suscita en sus creaturas una múltiple cooperación que participa de la fuente única.
La Iglesia no duda en atribuir a María un tal oficio subordinado, lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador.
RESPONSORIO
R. No hay alabanza digna de ti, virginidad inmaculada y santa. * Porque en tu seno has llevado al que ni el cielo puede contener.
V. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
R. Porque en tu seno has llevado al que ni el cielo puede contener.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor, por el misterioso designio de tu amor, has querido que la Virgen María fuese madre del autor de la gracia y estuviese asociada a él en el misterio de la redención humana; que ella nos alcance con profusión tus dones y nos conduzca hasta el puerto de la salvación eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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