miércoles, 10 de abril de 2024

LITURGIA DE LAS HORAS - OFICIO DE LECTURA



TIEMPO PASCUAL
JUEVES DE LA SEMANA II
Del común de un mártir. Salterio II

11 de abril

OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO

Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires. Aleluya.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: TESTIGOS DE AMOR

Testigos de amor
de Cristo Señor,
mártires santos.

Rosales en flor
de Cristo el olor,
mártires santos.

Palabras en luz
de Cristo Jesús,
mártires santos.

Corona inmortal
del Cristo total,
mártires santos. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre. Aleluya.

Salmo 43 I ORACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS QUE SUFRE ENTREGADO A SUS ENEMIGOS

¡Oh Dios!, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.

Tú mismo, con tu mano, desposeíste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.

Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dio la victoria;
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú los amabas.

Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.

Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la victoria;
tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.

Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre. Aleluya.

Ant 2. Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.

Salmo 43 II

Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea.

Nos entregas como ovejas a la matanza
y nos has dispersado por las naciones;
vendes a tu pueblo por nada,
no lo tasas muy alto.

Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.

Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.

Ant 3. Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia. Aleluya.

Salmo 43 III

Todo esto nos viene encima,
sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
sin que se volviera atrás nuestro corazón
ni se desviaran de tu camino nuestros pasos;
y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
y nos cubriste de tinieblas.

Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos del corazón.

Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como a ovejas de matanza.
Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
Levántate, no nos rechaces más.
¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?

Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado al suelo.
Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia. Aleluya.

V. Dios resucitó al Señor. Aleluya.
R. Y nos resucitará también a nosotros por su poder. Aleluya.

PRIMERA LECTURA

De los Hechos de los apóstoles 7, 1-16

COMIENZO DEL DISCURSO DE ESTEBAN SOBRE LA HISTORIA DE LOS PATRIARCAS

En aquellos días, el sumo sacerdote preguntó a Esteban:
«¿Es verdad lo que éstos dicen?»
Él contestó:

«Hermanos y padres, escuchad: El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abraham, cuando vivía en Mesopotamia, antes de establecerse en Harán, y le dijo: "Sal de tu tierra y de tu parentela; y vete a la tierra que yo te indicaré." Salió entonces del país de los caldeos y se estableció en Harán. Y de allí, después de la muerte de su padre, Dios lo trasladó a esta tierra que vosotros habitáis ahora. Y no le dio propiedad en ella, ni siquiera de un palmo de terreno. Eso sí, le hizo promesa de darla en posesión a él y a su descendencia, cuando no tenía hijos todavía.

Y Dios le habló así: "Tus descendientes vivirán en tierra extranjera, y serán reducidos a esclavitud y maltratados por espacio de cuatrocientos años; pero yo juzgaré al pueblo que los va a esclavizar —palabra de Dios—. Después de esto, saldrán en libertad y me darán culto en este lugar." Luego hizo un pacto con él, pacto que selló con la circuncisión. De esta manera llegó a ser Abraham padre de Isaac, a quien circuncidó al octavo día; e Isaac lo fue de Jacob, y Jacob de los doce patriarcas.

Los patriarcas, por pura envidia, vendieron a José como esclavo con destino a Egipto; pero Dios, que estaba con él, lo libró de todas las tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría ante el Faraón, rey de Egipto, quien lo constituyó gobernador de Egipto y de toda su casa. Sobrevino entonces en todo Egipto y en Canaán un hambre y una miseria tan grande que nuestros padres no encontraban provisión alguna. Habiéndose enterado Jacob de que había trigo en Egipto, envió allá a nuestros padres en un primer viaje. En el segundo viaje, José se dio a conocer a sus hermanos, y así el Faraón llegó a tener conocimiento del linaje de José.

José hizo venir a su padre Jacob con toda su familia; eran setenta y cinco personas en total. Y Jacob bajó a Egipto, donde murieron él y también nuestros padres. Y los trasladaron a Siquem, y los depositaron en él sepulcro que Abraham había comprado a precio de plata a los hijos de Emor, en Siquem.»

RESPONSORIO    Cf. Hch 18, 24. 25; 6, 8

R. Muy versado en las Escrituras e instruido en la doctrina del Señor, hablaba con fervor de espíritu * y enseñaba rectamente todo lo referente a Jesús. Aleluya.
V. Esteban, lleno de gracia y de poder sobrenatural, obraba señales y prodigios entre el pueblo.
R. Y enseñaba rectamente todo lo referente a Jesús. Aleluya.

SEGUNDA LECTURA

De las Cartas de san Cipriano, obispo y mártir
(Carta 58, 8-9. 11: CSEL 3, 663-666)

LUCHAMOS POR LA FE

Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. Qué dignidad tan grande, que felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.

Revistámonos de fuerza, hermanos muy amados, y preparémonos para la lucha con un espíritu indoblegable con una fe sincera, con una total entrega. Marche el ejército de Dios a la lucha que se nos declara.

El Apóstol nos indica cómo debemos revestirnos y prepararnos, cuando dice: Ceñida vuestra cintura con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia y calzados los pies con el celo por el Evangelio de la paz. Embrazad en todo momento el escudo de la fe, con que podáis apagar los encendidos dardos del maligno. Tomad el yelmo de la salvación y la espada del espíritu, que es la palabra de Dios.

Éstas son las armas que hemos de tomar, éstas las defensas espirituales y celestiales con que hemos de protegernos, para poder resistir y rechazar los ataques del demonio en el día de la prueba.

Revistámonos la coraza de la justicia, para que nuestro pecho esté protegido y seguro contra los dardos del enemigo.

Estén calzados y armados nuestros pies con las enseñanzas evangélicas, para que, cuando la serpiente sea hollada y pisoteada por nosotros, no pueda mordernos ni echarnos la zancadilla.

Llevemos fuertemente asido el escudo de la fe, para que con su protección podamos repeler todos los dardos del enemigo.

Tomemos también el yelmo de la salvación, que cubra nuestra cabeza: nuestros oídos, para que no lleguen a ellos los edictos convocando a las fiestas idolátricas; nuestros ojos, para que no vean los ídolos detestables; nuestra frente, para que conserve incólume la marca de Dios; nuestra boca, para que la lengua confiese victoriosa a Cristo, su Señor.

Armemos nuestra derecha con la espada del espíritu, para que rechace con energía los sacrificios funestos, para que, acordándose de la eucaristía, ella, que recibe el cuerpo del Señor, lo abrace, con miras a recibir más tarde el premio de la corona celestial de manos del Señor.

Estas consideraciones, hermanos muy amados, han de estar bien grabadas en vuestros corazones. Si el día de la persecución nos sorprende mientras estamos pensando y meditando estas cosas, el soldado de Cristo, adoctrinado con sus preceptos y recomendaciones, no se amilanará ante la lucha, sino que se hallará preparado para la corona.

RESPONSORIO    

R. Este santo combatió hasta la muerte por ser fiel al Señor, sin temer las amenazas de los enemigos; * pues estaba cimentado sobre roca firme. Aleluya.
V. Él tuvo en menos la vida del mundo y llegó hasta el reino celestial.
R. Pues estaba cimentado sobre roca firme. Aleluya.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor, tú que concediste al santo obispo Estanislao la valentía de derramar su sangre para confesar tu nombre, haz que también nosotros permanezcamos firmes en la fe, hasta morir, si es necesario, por conservarla. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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