TIEMPO ORDINARIO
LUNES DE LA SEMANA V
Del Común de un mártir. Salterio I
5 de febrero
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: TESTIGOS DE AMOR
Testigos de amor
de Cristo Señor,
mártires santos.
Rosales en flor
de Cristo el olor,
mártires santos.
Palabras en luz
de Cristo Jesús,
mártires santos.
Corona inmortal
del Cristo total,
mártires santos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Sálvame, Señor, por tu misericordia.
Salmo 6 - ORACIÓN DEL AFLIGIDO QUE ACUDE A DIOS
Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera.
Misericordia, Señor, que desfallezco;
cura, Señor, mis huesos dislocados.
Tengo el alma en delirio,
y tú, Señor, ¿hasta cuándo?
Vuélvete, Señor, liberta mi alma,
sálvame por tu misericordia.
Porque en el reino de la muerte nadie te invoca,
y en el abismo, ¿quién te alabará?
Estoy agotado de gemir:
de noche lloro sobre el lecho,
riego mi cama con lágrimas.
Mis ojos se consumen irritados,
envejecen por tantas contradicciones.
Apartaos de mí los malvados,
porque el Señor ha escuchado mis sollozos;
el Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha aceptado mi oración.
Que la vergüenza abrume a mis enemigos,
que avergonzados huyan al momento.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sálvame, Señor, por tu misericordia.
Ant 2. El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.
Salmo 9 A I - ACCIÓN DE GRACIAS POR LA VICTORIA
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
proclamando todas tus maravillas;
me alegro y exulto contigo
y toco en honor de tu nombre, ¡oh Altísimo!
Porque mis enemigos retrocedieron,
cayeron y perecieron ante tu rostro.
Defendiste mi causa y mi derecho
sentado en tu trono como juez justo.
Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío
y borraste para siempre su apellido.
El enemigo acabó en ruina perpetua,
arrasaste sus ciudades y se perdió su nombre.
Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
Él juzgará el orbe con justicia
y regirá las naciones con rectitud.
El será refugio del oprimido,
su refugio en los momentos de peligro.
Confiarán en ti los que conocen tu nombre,
porque no abandonas a los que te buscan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.
Ant 3. Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.
Salmo 9 A II
Tañed en honor del Señor, que reside en Sión;
narrad sus hazañas a los pueblos;
él venga la sangre, él recuerda,
y no olvida los gritos de los humildes.
Piedad, Señor; mira como me afligen mis enemigos;
levántame del umbral de la muerte,
para que pueda proclamar tus alabanzas
y gozar de tu salvación en las puertas de Sión.
Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,
su pie quedó prendido en la red que escondieron.
El Señor apareció para hacer justicia,
y se enredó el malvado en sus propias acciones.
Vuelvan al abismo los malvados,
los pueblos que olvidan a Dios.
El no olvida jamás al pobre,
ni la esperanza del humilde perecerá.
Levántate, Señor, que el hombre no triunfe:
sean juzgados los gentiles en tu presencia.
Señor, infúndeles terror,
y aprendan los pueblos que no son más que hombres.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.
V. Enséñame a cumplir tu voluntad.
R. Y a guardarla de todo corazón.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Génesis 41, 1-17a. 25-43
LOS SUEÑOS DEL FARAÓN
Pasaron dos años, y el Faraón tuvo un sueño: Estaba en pie junto al Nilo, cuando vio salir del Nilo siete vacas hermosas y bien cebadas que se pusieron a pastar. Detrás de ellas, salieron del Nilo otras siete vacas flacas y mal alimentadas, y se pusieron junto a las otras a la orilla del Nilo; y las vacas flacas y mal alimentadas se comieron a las siete vacas hermosas y bien cebadas. El Faraón despertó.
Tuvo un segundo sueño: Siete espigas brotaban de un tallo, hermosas y granadas; y siete espigas secas y con tizón brotaban detrás de ellas. Las siete espigas secas devoraban a las siete espigas granadas y llenas. El Faraón despertó; había sido un sueño.
A la mañana siguiente, agitado, mandó llamar a todos los magos de Egipto y a sus sabios, y les contó el sueño; pero ninguno sabía interpretárselo al Faraón. Entonces, el copero mayor dijo al Faraón:
«Tengo que confesar hoy mi pecado. Cuando el Faraón se irritó contra sus siervos, y me metió en la cárcel en casa del mayordomo, a mí y al panadero mayor, él y yo tuvimos un sueño la misma noche; cada sueño con su propio sentido. Había allí con nosotros un joven hebreo, siervo del mayordomo; le contamos el sueño, y él lo interpretó, a cada uno su interpretación. Y tal como él lo interpretó así sucedió: a mí me restablecieron en mi cargo, a él lo colgaron.»
El Faraón mandó llamar a José. Lo sacaron aprisa del calabozo; se afeitó, se cambió el traje y se presentó al Faraón. El Faraón dijo a José:
«He soñado un sueño, y nadie sabe interpretarlo; he oído decir de ti que oyes un sueño y lo interpretas.»
Respondió José al Faraón:
«Sin mérito mío, Dios dará al Faraón respuesta propicia.»
El Faraón contó su sueño a José. José dijo al Faraón:
«Se trata de un único sueño: Dios anuncia al Faraón lo que va a hacer. Las siete vacas gordas son siete años, y las siete espigas hermosas son siete años: es el mismo sueño. Las siete vacas flacas y desnutridas que salían detrás de las primeras son siete años, y las siete espigas vacías y con tizón son siete años de hambre. Es lo que he dicho al Faraón: Dios ha mostrado al Faraón lo que va a hacer: Van a venir siete años de gran abundancia en todo el país de Egipto; detrás vendrán siete años de hambre, que harán olvidar la abundancia en Egipto, pues el hambre acabará con el país. No habrá rastro de abundancia en el país, a causa del hambre que seguirá, pues será terrible. El haber soñado el Faraón dos veces indica que Dios confirma su palabra y que se apresura a cumplirla.
Por tanto, que el Faraón busque un hombre sabio y prudente y lo ponga al frente de Egipto; establezca inspectores que dividan el país en regiones y administren durante los siete años de abundancia. Que reúnan toda clase de alimentos durante los siete años buenos que van a venir, metan trigo en los graneros por orden del Faraón, y los guarden en las ciudades. Los alimentos servirán de provisiones para los siete años de hambre que vendrán después en Egipto, y así no perecerá de hambre el país.»
El Faraón y sus ministros aprobaron la propuesta, y el Faraón dijo a sus ministros:
«¿Podemos encontrar un hombre como éste, que posee el espíritu de Dios?»
Y el Faraón dijo a José:
«Ya que Dios te ha enseñado todo esto, nadie es sabio y prudente como tú. Tú estarás al frente de mi casa, y todo el pueblo obedecerá tus órdenes; sólo en el trono te precederé.»
Y añadió:
«Mira, te pongo al frente de todo el país.»
Y el Faraón se quitó el anillo del sello de la mano y se lo puso a José; le vistió traje de lino y le puso un collar de oro al cuello. Le hizo sentarse en la carroza de su lugarteniente, y gritar delante de él: «De rodillas»; así lo puso al frente de Egipto.
RESPONSORIO Sb 10, 13. 14
R. La sabiduría no abandonó al justo vendido, sino que lo libró de caer en mano de los pecadores, hasta entregarle el cetro real * y el poder sobre sus tiranos.
V. Demostró la falsedad de sus calumniadores y le dio una gloria eterna.
R. Y el poder sobre sus tiranos.
SEGUNDA LECTURA
De la Disertación de san Metodio de Sicilia, obispo, sobre santa Águeda
(Analecta Bollandiana 68, 76-78)
SU BONDAD PROVENÍA DEL MISMO DIOS, FUENTE DE TODO BIEN
Nos ha reunido en este lugar, como ya sabéis vosotros, los que me escucháis, la celebración del aniversario de una santa mártir; su combate por la fe, tan conocido y venerado, es algo que históricamente pertenece al pasado, pero que, en cierto modo, se nos hace actual a través de los divinos milagros que un día tras otro van formando su corona y su ornato.
Es virgen porque nació del Verbo inmortal de Dios, Hijo invisible del Padre (este Hijo que también por mí experimentó la muerte en su carne), según aquellas palabras del evangelista Juan: A cuantos lo recibieron dio poder de llegar a ser hijos de Dios.
Esta mujer virgen, la que hoy os ha invitado a nuestro convite sagrado, es la mujer desposada con un solo esposo, Cristo, para decirlo con el mismo simbolismo nupcial que emplea el apóstol Pablo.
Una virgen que, con la lámpara siempre encendida, enrojecía y embellecía sus labios, mejillas y lengua con la púrpura de la sangre del verdadero y divino Cordero, y que no dejaba de recordar y meditar continuamente la muerte de su ardiente enamorado, como si la tuviera presente ante sus ojos.
De este modo, su mística vestidura es un testimonio que habla por sí mismo a todas las generaciones futuras, ya que lleva en sí la marca indeleble de la sangre de Cristo, de la que está impregnada, como también la blancura resplandeciente de su virginidad.
Águeda hizo honor a su nombre, que significa «buena»; ella fue en verdad buena por su identificación con el mismo Dios; fue buena para su divino Esposo y lo es también para nosotros, ya que su bondad provenía del mismo Dios, fuente de todo bien.
En efecto, ¿cuál es la causa suprema de toda bondad, sino aquel que es el sumo bien? Por esto, difícilmente hallaríamos algo que mereciera, como Águeda, nuestros elogios y alabanzas.
Águeda, buena de nombre y por sus hechos; Águeda, cuyo nombre indica de antemano la bondad de sus obras maravillosas, y cuyas obras corresponden a la bondad de su nombre; Águeda, cuyo solo nombre es un estímulo para que todos acudan a ella, y que nos enseña también con su ejemplo a que todos pongamos el máximo empeño en llegar sin demora al bien verdadero, que es sólo Dios.
RESPONSORIO
R. Con la ayuda del Señor, le seré siempre fiel, cantando sus alabanzas; * él me ha salvado y me ha dado la paz.
V. El Señor ha conservado a su sierva libre de toda mancha y me ha unido a él, movido por su misericordia.
R. Él me ha salvado y me ha dado la paz.
ORACIÓN.
OREMOS,
Que nos alcancen tu perdón, Señor, las súplicas de santa Águeda, ella que tanto te agradó por el resplandor de su virginidad y por la fortaleza de su martirio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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