TIEMPO ORDINARIO
MARTES DE LA SEMANA XVIII
Del Común de los santos varones: para los santos religiosos. Salterio II
8 de agosto
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Venid, adoremos al Señor, aclamemos al Dios admirable en sus santos.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: DICHOSOS LOS QUE, OYENDO LA LLAMADA
Dichosos los que, oyendo la llamada
de la fe y del amor en vuestra vida,
creísteis que la vida os era dada
para darla en amor y con fe viva.
Dichosos, si abrazasteis la pobreza
para llenar de Dios vuestras alforjas,
para servirle a él con fortaleza,
con gozo y con amor a todas horas.
Dichosos mensajeros de verdades,
que fuisteis por caminos de la tierra,
predicando bondad contra maldades,
pregonando la paz contra las guerras.
Dichosos, del amor dispensadores,
dichosos, de los tristes el consuelo,
dichosos, de los hombres servidores,
dichosos, herederos de los cielos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.
Salmo 36 I - LA VERDADERA Y LA FALSA FELICIDAD
No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.
Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.
Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará brillar tu justicia como el amanecer;
tu derecho, como el mediodía.
Descansa en el Señor y espera en él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:
cohíbe la ira, reprime el coraje,
no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.
Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en su sitio: ya no está;
en cambio, los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.
Ant 2. Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor.
Salmo 36 II
El malvado intriga contra el justo,
rechina sus dientes contra él;
pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.
Los malvados desenvainan la espada,
asestan el arco,
para abatir a pobres y humildes,
para asesinar a los honrados;
pero su espada les atravesará el corazón,
sus arcos se romperán.
Mejor es ser honrado con poco
que ser malvado en la opulencia;
pues al malvado se le romperán los brazos,
pero al honrado lo sostiene el Señor.
El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán;
pero los malvados perecerán,
los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado,
en humo se disiparán.
El malvado pide prestado y no devuelve,
el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseen la tierra,
los que él maldice son excluidos.
El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.
Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
A diario se compadece y da prestado;
bendita será su descendencia.
Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá;
pero los justos poseen la tierra,
la habitarán por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor.
Ant 3. Confía en el Señor y sigue su camino.
Salmo 36 III
La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan.
El malvado espía al justo
e intenta darle muerte;
pero el Señor no lo entrega en sus manos,
no deja que lo condenen en el juicio.
Confía en el Señor, sigue su camino;
él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los malvados.
Vi a un malvado que se jactaba,
que prosperaba como un cedro frondoso;
volví a pasar, y ya no estaba;
lo busqué, y no lo encontré.
Observa al honrado, fíjate en el bueno:
su porvenir es la paz;
los impíos serán totalmente aniquilados,
el porvenir de los malvados quedará truncado.
El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva,
porque se acogen a él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Confía en el Señor y sigue su camino.
V. Enséñame Señor, a gustar y a comprender.
R. Porque me fío de tus mandatos.
PRIMERA LECTURA
Del primer libro de los Reyes 22, 1-9. 15-23. 29. 34-38
SENTENCIA DE DIOS SOBRE EL IMPIO REY AJAB
En aquellos días, transcurrieron tres años sin guerra entre Aram e Israel. Al tercer año bajó Josafat, rey de Judá, hacia Ajab, rey de Israel, y el rey de Israel dijo a sus servidores:
«Vosotros sabéis que Ramot de Galaad nos pertenece y no hacemos nada por rescatarla de manos del rey de Aram.»
Dijo a Josafat:
«¿Quieres venir conmigo para atacar a Ramot de Galaad?»
Josafat respondió al rey de Israel:
«Tú y yo, tu pueblo y mi pueblo, tus caballos y mis caballos son una misma cosa.»
Pero añadió Josafat al rey de Israel:
«Consulta antes, por favor, la palabra del Señor.»
El rey de Israel reunió a los profetas, cuatrocientos hombres, y les dijo:
«¿Debo atacar a Ramot de Galaad, o debo desistir?» Le respondieron:
«Sube, porque el Señor la entregará en tus manos.» Pero Josafat dijo:
«¿No hay aquí algún otro profeta del Señor a quien podamos consultar?»
Dijo el rey de Israel a Josafat:
«Queda todavía un hombre por quien podríamos consultar al Señor, pero yo lo aborrezco, porque no me profetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Yimlá.» Replicó Josafat:
«No hable el rey así.»
Entonces el rey de Israel llamó a un eunuco y le dijo: «Trae enseguida a Miqueas, hijo de Yimlá.» Llegó Miqueas, y el rey le dijo:
«Miqueas, ¿debemos subir a Ramot de Galaad para atacarla o debemos desistir?»
Le respondió:
«Sube, tendrás éxito, el Señor la entregará en manos del rey.»
Pero el rey dijo:
«¿Cuántas veces he de conjurarte a que no me digas más que la verdad en nombre del Señor?»
Entonces él dijo:
«He visto todo Israel disperso por las montañas como ovejas sin pastor. El Señor ha dicho: "No tienen señor; que vuelvan en paz cada cual a su casa."»
El rey de Israel dijo a Josafat:
«¿No te dije que nunca me anuncia el bien, sino el mal?»
Miqueas continuó:
«Escucha la palabra del Señor: He visto al Señor sentado en un trono y todo el ejército de los cielos estaba a su lado, a derecha e izquierda. Preguntó el Señor: "¿Quién engañará a Ajab para que suba y caiga en Ramot de Galaad?". Y el uno decía una cosa y el otro otra. Se adelantó un espíritu, se puso ante el Señor y dijo: "Yo lo engañaré." El Señor le preguntó: "¿De qué modo?" Aquél respondió: "Iré y me haré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas." El Señor dijo: "Tú conseguirás engañarle. Vete y hazlo así." Ahora, pues, el Señor ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos estos profetas tuyos, pues el Señor ha predicho el mal contra ti.»
El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron contra Ramot de Galaad. Y acaeció que un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las placas de la coraza. El rey dijo a su auriga:
«Da la vuelta y sácame de la batalla, porque me siento mal.»
Arreció aquel día la batalla y el rey fue sostenido en pie en su carro frente a los arameos, y a la tarde murió; la sangre de la herida corría por el fondo del carro. A la caída del sol se corrió un grito por el campamento:
«Cada uno a su ciudad, cada uno a su tierra. El rey ha muerto.»
Llegaron a Samaría y allí sepultaron al rey Ajab. Lavaron el carro con agua abundante junto a la alberca de Samaria, y los perros lamían la sangre y las prostitutas se bañaron en ella, según la palabra que el Señor había dicho.
RESPONSORIO Jr 29, 8. 9. 11; Dt 18, 18
R. «Que no os engañen los profetas que viven entre vosotros, porque os profetizan falsamente en mi nombre; * yo sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros», dice el Señor.
V. Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca.
R. «Yo sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros», dice el Señor.
SEGUNDA LECTURA
De varios escritos de la Historia de la Orden de los Predicadores
(Libellus de principiis Ordinis Praedicatorum; Acta canonizationis sancti Dominici: Monumenta Ordinis Praedicatorum historica 16, Roma 1935, pp. 30ss. 146-147)
HABLABA CON DIOS O DE DIOS
La vida de Domingo era tan virtuosa y el fervor de su espíritu tan grande, que todos veían en él un instrumento elegido de la gracia divina. Estaba dotado de una firme ecuanimidad de espíritu, ecuanimidad que sólo lograban perturbar los sentimientos de compasión o de misericordia; y, como es norma constante que un corazón alegre se refleja en la faz, su porte exterior, siempre gozoso y afable, revelaba la placidez y armonía de su espíritu. En todas partes, se mostraba, de palabra y de obra, como hombre evangélico. De día, con sus hermanos y compañeros, nadie más comunicativo y alegre que él. De noche, nadie más constante que él en vigilias y oraciones de todo género. Raramente hablaba, a no ser con Dios, en la oración, o de Dios, y esto mismo aconsejaba a sus hermanos.
Con frecuencia pedía a Dios una cosa: que le concediera una auténtica caridad, que le hiciera preocuparse de un modo efectivo en la salvación de los hombres, consciente de que la primera condición para ser verdaderamente miembro de Cristo era darse totalmente y con todas sus energías a ganar almas para Cristo, del mismo modo que el Señor Jesús, salvador de todos, ofreció toda su persona por nuestra salvación. Con este fin instituyó la Orden de Predicadores, realizando así un proyecto sobre el que había reflexionado profundamente desde hacia ya tiempo.
Con frecuencia exhortaba, de palabra o por carta, a los hermanos de la mencionada Orden, a que estudiaran constantemente el nuevo y el antiguo Testamento. Llevaba siempre consigo el evangelio de san Mateo y las cartas de san Pablo, y las estudiaba intensamente, de tal modo que casi las sabía de memoria.
Dos o tres veces fue elegido obispo, pero siempre rehusó, prefiriendo vivir en la pobreza, junto con sus hermanos, que poseer un obispado. Hasta el fin de su vida conservó intacta la gloria de la virginidad. Deseaba ser flagelado, despedazado y morir por la fe cristiana. De él afirmó el papa Gregorio noveno: «Conocí a un hombre tan fiel seguidor de las normas apostólicas, que no dudo que en el cielo ha sido asociado a la gloria de los mismos apóstoles.»
RESPONSORIO Cf. Sir 48, 1; Ml 2, 6
R. Surgió como un fuego un nuevo heraldo de la salvación, * y sus palabras eran como un horno encendido.
V. Una doctrina auténtica llevaba en su boca, y en sus labios no se hallaba maldad.
R. Y sus palabras eran como un horno encendido.
ORACIÓN.
OREMOS,
Que tu Iglesia, Señor, encuentre siempre luz en las enseñanzas de santo Domingo y protección en sus méritos: que él, que durante su vida fue predicador insigne de la verdad, sea ahora para nosotros un eficaz intercesor ante ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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