TIEMPO PASCUAL
VIERNES DE SEMANA VII
Del Común de pastores para un santo presbítero. Salterio III
26 de mayo
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: PUERTA DE DIOS EN EL REDIL HUMANO
Puerta de Dios en el redil humano
fue Cristo, el buen Pastor que al mundo vino,
glorioso va delante del rebaño,
guiando su marchar por buen camino.
Madero de la cruz es su cayado,
su voz es la verdad que a todos llama,
su amor es el del Padre, que le ha dado
Espíritu de Dios, que a todos ama.
Pastores del Señor son sus ungidos,
nuevos cristos de Dios, son enviados
a los pueblos del mundo redimidos;
del único Pastor siervos amados.
La cruz de su Señor es su cayado,
la voz de la verdad es su llamada,
los pastos de su amor, fecundo prado,
son vida del Señor que nos es dada. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.
Salmo 68, 2-22. 30-37 I - LAMENTACIÓN Y PLEGARIA DE UN FIEL DESOLADO
Dios mío, sálvame,
que me llega el agua al cuello:
me estoy hundiendo en un cieno profundo
y no puedo hacer pie;
he entrado en la hondura del agua,
me arrastra la corriente.
Estoy agotado de gritar,
tengo ronca la garganta;
se me nublan los ojos
de tanto aguardar a mi Dios.
Más que los cabellos de mi cabeza
son los que me odian sin razón;
más duros que mis huesos,
los que me atacan injustamente.
¿Es que voy a devolver
lo que no he robado?
Dios mío, tú conoces mi ignorancia,
no se te ocultan mis delitos.
Que por mi causa no queden defraudados
los que esperan en ti, Señor de los ejércitos.
Que por mi causa no se avergüencen
los que te buscan, Dios de Israel.
Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
Cuando me aflijo con ayunos, se burlan de mí;
cuando me visto de saco, se ríen de mí;
sentados a la puerta murmuran,
mientras beben vino me cantan burlas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.
Ant 2. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
Salmo 68, 2-22. 30-37 II
Pero mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude:
arráncame del cieno, que no me hunda;
líbrame de los que me aborrecen,
y de las aguas sin fondo.
Que no me arrastre la corriente,
que no me trague el torbellino,
que no se cierre la poza sobre mí.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia,
por tu gran compasión vuélvete hacia mí;
no escondas tu rostro a tu siervo:
estoy en peligro, respóndeme en seguida.
Acércate a mí, rescátame,
líbrame de mis enemigos:
estás viendo mi afrenta,
mi vergüenza y mi deshonra;
a tu vista están los que me acosan.
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
Ant 3. Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Aleluya.
Salmo 68, 2-22. 30-37 III
Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias;
le agradará a Dios más que un toro,
más que un novillo con cuernos y pezuñas.
Miradlo los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas.
El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Aleluya.
V. En tu resurrección, oh Cristo. Aleluya.
R. El cielo y la tierra se alegran. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
Segunda carta del apóstol san Juan
EL QUE PERMANECE EN LA DOCTRINA DE CRISTO POSEE AL PADRE Y AL HIJO
Yo, el Presbítero, a la Señora Elegida y a sus hijos, a quienes amo en la verdad (y no solamente yo, sino también todos los que han conocido la verdad). Yo os amo por esa misma verdad que mora en nosotros y que en nosotros permanecerá eternamente. La gracia, la misericordia y la paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo, Hijo del Padre, estarán con nosotros en la verdad y en el amor.
Mucho me he alegrado de encontrar a tus hijos caminando en la verdad, conforme al mandato que hemos recibido del Padre. Ahora, Señora, te ruego no como quien te envía un mandamiento nuevo, sino el mandato que teníamos desde un principio, que nos amemos unos a otros. Y en esto consiste el amor: en que vivamos conforme a sus mandatos. Y este mandamiento, según habéis oído desde un principio, consiste en vivir en el amor.
Se han levantado en el mundo muchos seductores que niegan que Jesucristo ha venido en carne. Ése es el seductor y el anticristo. Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestros trabajos y para que recibáis una abundante recompensa. Quien sale de los justos límites y no permanece en la doctrina de Cristo no posee a Dios. Quien persevera en su doctrina posee al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa ni lo saludéis, pues el que lo saluda se hace solidario de sus malas obras.
Tengo muchas cosas que escribiros, pero prefiero no confiarlas al papel y a la tinta. Espero ir a veros y hablar con vosotros de viva voz, a fin de que nuestro gozo sea completo. Te saludan los hijos de tu hermana Electa.
RESPONSORIO Cf. 2Jn 4. 5. 3; Dt 5, 33
R. Éste es el mandamiento que hemos recibido del Padre, el cual no es ya un mandamiento nuevo, sino que lo tenemos desde un principio: * Vivid en la verdad y en el amor. Aleluya.
V. Seguid el camino que os marcó el Señor, vuestro Dios, y viviréis.
R. Vivid en la verdad y en el amor. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Agustín, obispo
(Sermón 171, 1-3. 5: PL 38, 933-935)
ESTAD SIEMPRE ALEGRES EN EL SEÑOR
El Apóstol nos manda estar alegres, pero en el Señor, no en el mundo. Porque, como dice la Escritura, quien pretende ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios. Así como el hombre no puede servir a dos señores, así también nadie puede estar alegre en el mundo y en el Señor.
Por lo tanto, que prevalezca el gozo en el Señor y que se extinga el gozo en el mundo. El gozo en el Señor debe ir creciendo continuamente, mientras que el gozo en el mundo debe ir disminuyendo hasta extinguirse. Esto no debe entenderse en el sentido de que no debemos alegrarnos mientras estamos en el mundo, sino que es una exhortación a que, aun viviendo en el mundo, nos alegremos ya en el Señor.
Pero alguno dirá: «Estoy en el mundo y, por lo tanto, si me alegro no puedo dejar de hacerlo en el lugar en que estoy.» A este tal yo le respondería: «¿Es que por estar en el mundo no estás en el Señor?» Atiende cómo el mismo Apóstol, hablando a los atenienses, como nos refieren los Hechos de los apóstoles, les decía respecto al Dios y Señor creador nuestro: En él vivimos, nos movemos y existimos. ¿Habrá algún lugar en que no esté aquel que está en todas partes? ¿No es éste el sentido de su exhortación, cuando dice: El Señor está cerca; no os inquietéis por cosa alguna?
Gran cosa es ésta, que el mismo que asciende a lo más alto de los cielos continúa cercano a los que viven en la tierra. ¿Quién es éste, lejano y próximo a la vez, sino aquel que por su misericordia se nos hizo cercano?
En efecto, todo el género humano está representado en aquel hombre al que unos ladrones habían dejado tendido en el camino, medio muerto, junto al cual pasaron un sacerdote y un levita sin atenderlo, y al que se acercó para curarlo y socorrerlo el samaritano que pasó junto a él. Aquel que por su condición de inmortal y justo se hallaba tan alejado de nosotros, mortales y pecadores, descendió a nosotros y se hizo cercano a nosotros.
En efecto, no nos trata como merecen nuestros pecados; y esto porque somos hijos. ¿Cómo lo demostramos? El, el Hijo único, murió por nosotros para dejar de ser único. Murió él solo porque no quería ser él solo. El que era Hijo único de Dios hizo a muchos otros también hijos de Dios. Al precio de su sangre se compró una multitud de hermanos, con su reprobación los hizo probos, fue vendido para redimirlos, injuriado para hacerlos honorables, muerto para darles vida.
Así pues, hermanos, estad alegres en el Señor, no en el mundo, es decir: alegraos en la verdad, no en la iniquidad; alegraos en la esperanza de la eternidad, no en la flor pasajera de la vanidad. Ésta debe ser vuestra alegría; y, en cualquier lugar en que estéis y todo el tiempo que aquí estéis, el Señor está cerca; no os inquietéis por cosa alguna.
RESPONSORIO 2Co 13, 11; Rm 15, 13
R. Hermanos, alegraos, trabajad por vuestra perfección, alentaos unos a otros, tened un mismo sentir y vivid en paz; * y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros.
V. El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en la práctica de vuestra fe.
R. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor Dios nuestro, que nunca dejas de glorificar la santidad de quienes con fidelidad te sirven, haz que el fuego del Espíritu Santo nos encienda en aquel mismo ardor que tan maravillosamente inflamó el corazón de san Felipe Neri. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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