TIEMPO PASCUAL
MARTES DE LA SEMANA IV
Del común de pastores para un santo obispo, y del común de doctores de la Iglesia. Salterio IV.
2 de mayo
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría. Aleluya.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: HONDO SABER DE DIOS FUE VUESTRA CIENCIA
Hondo saber de Dios fue vuestra ciencia.
su espíritu de verdad os dio a beberla
en la Revelación, que es su presencia
en velos de palabra siempre nueva.
Abristeis el camino para hallarla
a todo el que de Dios hambre tenía,
palabra del Señor que, al contemplarla,
enciende nuestras luces que iluminan.
Saber de Dios en vida convertido
es la virtud del justo, que, a su tiempo,
si Dios le dio la luz, fue lo debido
que fuera su verdad, su pensamiento.
Demos gracias a Dios humildemente,
y al Hijo, su verdad que a todos guía,
dejemos que su Luz, faro esplendente,
nos guíe por el mar de nuestra vida. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Mi grito, Señor, llegue hasta ti; no me escondas tu rostro.
Salmo 101 I - DESEOS Y SÚPLICAS DE UN DESTERRADO
Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mí;
cuando te invoco, escúchame enseguida.
Que mis días se desvanecen como humo,
mis huesos queman como brasas;
mi corazón está agostado como hierba,
me olvido de comer mi pan;
con la violencia de mis quejidos,
se me pega la piel a los huesos.
Estoy como lechuza en la estepa,
como búho entre ruinas;
estoy desvelado, gimiendo,
como pájaro sin pareja en el tejado.
Mis enemigos me insultan sin descanso;
furiosos contra mí, me maldicen.
En vez de pan, como ceniza,
mezclo mi bebida con llanto,
por tu cólera y tu indignación,
porque me alzaste en vilo y me tiraste;
mis días son una sombra que se alarga,
me voy secando como la hierba.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi grito, Señor, llegue hasta ti; no me escondas tu rostro.
Ant 2. Escucha, Señor, las súplicas de los indefensos.
Salmo 101 II
Tú, en cambio, permaneces para siempre,
y tu nombre de generación en generación.
Levántate y ten misericordia de Sión,
que ya es hora y tiempo de misericordia.
Tus siervos aman sus piedras,
se compadecen de sus ruinas:
los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión,
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones,
quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor:
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte,
para anunciar en Sión el nombre del Señor,
y su alabanza en Jerusalén,
cuando se reúnan unánimes los pueblos
y los reyes para dar culto al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Escucha, Señor, las súplicas de los indefensos.
Ant 3. Tú, Señor, cimentaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos. Aleluya.
Salmo 101 III
El agotó mis fuerzas en el camino,
acortó mis días;
y yo dije: «Dios mío, no me arrebates
en la mitad de mis días.»
Tus años duran por todas las generaciones:
al principio cimentaste la tierra,
y el cielo es obra de tus manos.
Ellos perecerán, tú permaneces,
se gastarán como la ropa,
serán como un vestido que se muda.
Tú, en cambio, eres siempre el mismo,
tus años no se acabarán.
Los hijos de tus siervos vivirán seguros,
su linaje durará en tu presencia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tú, Señor, cimentaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos. Aleluya.
V. Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
R. La muerte no tiene ya poder sobre él. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Apocalipsis 14, 1-13
EL CORDERO VICTORIOSO
Yo, Juan, tuve otra visión:
Vi al Cordero de pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban grabado en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre. Y oí una voz que bajaba del cielo, como estruendo de grandes cataratas, y como estampido de un trueno poderoso; y el sonido que oía era como de arpistas tocando sus arpas. Cantaban un cántico nuevo ante el trono y ante los cuatro seres y los ancianos. Y nadie podía aprender el cántico, fuera de los ciento cuarenta y cuatro mil, los rescatados de la tierra. Éstos son los que no se mancharon con mujeres, pues son vírgenes. Éstos son el cortejo del Cordero, adondequiera que vaya; son los rescatados de entre los hombres, primicias para Dios y el Cordero; y en su boca no se encuentra mentira. Son irreprochables ante el trono de Dios.
Vi luego otro ángel que volaba por lo más alto del cielo, y era portador de un mensaje eterno, para anunciarlo a los moradores de la tierra, a todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. Y decía con voz poderosa:
«Servid a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adorad al que ha creado el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.»
Un segundo ángel lo siguió, diciendo:
«Cayó, cayó Babilonia la grande, la que dio a beber a todas las naciones del vino perturbador de su prostitución.»
Un tercer ángel los siguió, diciendo con voz potente:
«El que adore a la Bestia y a su imagen, y reciba su marca en la frente o en la mano, beberá del vino de la cólera de Dios, vino puro concentrado en la copa de su ira. Y será atormentado con fuego y azufre ante los santos ángeles Y ante el Cordero. Y la humareda de sus tormentos se eleva por los siglos de los siglos; y no tienen reposo ni de día ni de noche los que adoran a la Bestia y a su imagen y los que reciben la marca de su nombre.»
Aquí es necesaria la constancia de los santos, de aquellos que guardan los mandamientos de Dios y la fidelidad a Jesús.
Oí una voz del cielo, que decía:
«Escribe: "Bienaventurados desde ahora los muertos que mueren en el Señor." Si —dice el Espíritu—, que descansen ya de sus fatigas, pues sus obras los acompañan.»
RESPONSORIO Cf. Ap 14, 7. 6. 7
R. Escuché en el cielo las voces de muchos ángeles que decían: * «Servid a Dios y dadle gloria; adorad al que ha creado el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.» Aleluya.
V. Vi un ángel de Dios que volaba por lo más alto del cielo, y que decía con voz poderosa:
R. «Servid a Dios y dadle gloria; adorad al que ha creado el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.» Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De las disertaciones de san Atanasio, obispo
(Disertación sobre la encarnación del Verbo, 8-9: PG 25, 110-111)
LA ENCARNACIÓN DEL VERBO
El Verbo de Dios, incorpóreo e inmune de la corrupción y de la materia, vino al lugar donde habitamos, aunque nunca antes estuvo ausente, ya que nunca hubo parte alguna del mundo privada de su presencia, pues, por su unión con el Padre, lo llenaba todo en todas partes.
Pero vino por su benignidad, en el sentido de que se nos hizo visible. Compadecido de la debilidad de nuestra raza y conmovido por nuestro estado de corrupción, no toleró que la muerte dominara en nosotros ni que pereciera la creación, con lo que hubiera resultado inútil la obra de su Padre al crear al hombre, y por esto tomó para sí un cuerpo como el nuestro, ya que no se contentó con habitar en un cuerpo ni tampoco en hacerse simplemente visible. En efecto, si tan sólo hubiese pretendido hacerse visible, hubiera podido ciertamente asumir un cuerpo más excelente; pero él tomó nuestro mismo cuerpo.
En el seno de la Virgen, se construyó un templo, es decir, su cuerpo, y lo hizo su propio instrumento, en el que había de darse a conocer y habitar; de este modo, habiendo tomado un cuerpo semejante al de cualquiera de nosotros, ya que todos estaban sujetos a la corrupción de la muerte, lo entregó a la muerte por todos, ofreciéndolo al Padre con un amor sin límites; con ello, al morir en su persona todos los hombres, quedó sin vigor la ley de la corrupción que afectaba a todos, ya que agotó toda la eficacia de la muerte en el cuerpo del Señor, y así ya no le quedó fuerza alguna para ensañarse con los demás hombres, semejantes a él; con ello también, hizo de nuevo incorruptibles a los hombres, que habían caído en la corrupción, y los llamó de muerte a vida, consumiendo totalmente en ellos la muerte, con el cuerpo que había asumido y con el poder de su resurrección, del mismo modo que la paja es consumida por el fuego.
Por esta razón asumió un cuerpo mortal: para que este cuerpo, unido al Verbo que está por encima de todo, satisficiera por todos la deuda contraída con la muerte; para que, por el hecho de habitar el Verbo en él, no sucumbiera a la corrupción; y, finalmente, para que, en adelante, por el poder de la resurrección, se vieran ya todos libres de la corrupción.
De ahí que el cuerpo que él había tomado, al entregarlo a la muerte como una hostia y víctima limpia de toda mancha, alejó al momento la muerte de todos los hombres, a los que él se había asemejado, ya que se ofreció en lugar de ellos.
De este modo, el Verbo de Dios, superior a todo lo que existe, ofreciendo en sacrificio su cuerpo, templo e instrumento de su divinidad, pagó con su muerte la deuda que habíamos contraído, y, así, el Hijo de Dios, inmune a la corrupción, por la promesa de la resurrección, hizo partícipes de esta misma inmunidad a todos los hombres, con los que se había hecho una misma cosa por su cuerpo semejante al de ellos.
Es verdad, pues, que la corrupción de la muerte no tiene ya poder alguno sobre los hombres, gracias al Verbo, que habita entre ellos por su encarnación.
RESPONSORIO Jr 15, 19. 20; 2Pe 2, 1
R. Serás como mi boca, te pondré frente a este pueblo como muralla de bronce inexpugnable; * lucharán contra ti, mas no podrán vencerte, pues yo estoy contigo. Aleluya.
V. Habrá falsos maestros que introducirán sectas perniciosas, y llegarán hasta a negar al Señor que los rescató.
R. Lucharán contra ti, mas no podrán vencerte, pues yo estoy contigo. Aleluya.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que suscitaste a san Atanasio como preclaro defensor de la divinidad de tu Hijo, haz que nosotros, iluminados por sus enseñanzas y ayudados por sus ejemplos, crezcamos en tu conocimiento y en tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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