TIEMPO ORDINARIO
LUNES DE LA SEMANA VI
De la Feria. Salterio II
13 de febrero
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Demos vítores al Señor, aclamándolo con cantos.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: EN EL PRINCIPIO, TU PALABRA
En el principio, tu Palabra.
Antes que el sol ardiera,
antes del mar y las montañas,
antes de las constelaciones,
nos amó tu Palabra.
Desde tu seno, Padre,
era sonrisa su mirada,
era ternura su sonrisa,
era calor de brasa.
En el principio, tu Palabra.
Todo se hizo de nuevo,
todo salió sin mancha,
desde el arrullo del río
hasta el rocío y la escarcha;
nuevo el canto de los pájaros,
porque habló tu Palabra.
Y nos sigues hablando todo el día,
aunque matemos la mañana
y desperdiciemos la tarde,
y asesinemos la alborada.
Como una espada de fuego,
en el principio, tu Palabra.
Llénanos de tu presencia, Padre;
Espíritu, satúranos de tu fragancia;
danos palabras para responderte,
Hijo, eterna Palabra. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.
Salmo 30, 2-17. 20-25 I SÚPLICA CONFIADA Y ACCIÓN DE GRACIAS
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;
ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
tú aborreces a los que veneran ídolos inertes,
pero yo confío en el Señor;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.
Ant 2. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
Salmo 30 II
Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.
Mi vida se gasta en el dolor;
mis años, en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen.
Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.
Oigo las burlas de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano está mi destino:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
Ant 3. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.
Salmo 30 III
¡Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos!
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.
Bendito el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.
Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.
Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.
Sed fuertes y valientes de corazón
los que esperáis en el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.
V. Enséñame, Señor, a caminar con lealtad.
R. Porque tú eres mi Dios y Salvador.
PRIMERA LECTURA
De la primera carta a los Corintios 7, 1-24
CUESTIONES SOBRE EL MATRIMONIO
Hermanos: Viniendo a tratar de las consultas que me hicisteis, os digo: Es cosa buena que el hombre se abstenga de la mujer. Mas, por los peligros de la fornicación, cada uno tenga su mujer, y cada una tenga su marido.
El marido vaya pagando su deuda a la mujer, e igualmente la mujer a su marido. La mujer no es dueña de su propio cuerpo; sino el marido. Y del mismo modo: el marido no es dueño de su propio cuerpo; sino la mujer. No os defraudéis uno al otro vuestro derecho, a no ser de común acuerdo, y por algún tiempo, y para daros a la oración. Y, de nuevo, volved al mismo orden de vida, para que no os tiente Satanás por vuestra incontinencia. Esto lo digo como una concesión, no como un mandato.
Bien quisiera que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propia gracia de estado, recibida de Dios: unos para vivir de esta manera; otros, de la otra.
Sin embargo, a los no casados y a las viudas les digo que es cosa excelente para ellos quedarse en el mismo estado que yo. Ahora que, si no pueden guardar continencia, que se casen. Mejor es casarse que arder en concupiscencia.
Respecto de los casados, hay un precepto, no mío, sino del Señor: Que la mujer no se separe del marido. Y, caso de separarse, que no vuelva a casarse o que haga las paces con su marido. Y también: Que el marido no despida a la mujer.
En cuanto a los demás, digo yo, no el Señor: Si un hermano tiene mujer pagana, y ésta consiente en cohabitar con él, no la despida. Y, del mismo modo: Si una hermana tiene marido pagano, y éste consiente en cohabitar con ella, no despida al marido. El marido pagano queda santificado por la mujer creyente; y la mujer pagana queda santificada por el marido que tiene fe. Porque, de otra manera, tendríamos que vuestros hijos serían impuros; pero, de hecho, son santos.
Sin embargo, si la parte pagana se retira, que se retire. En tales casos, ni el hermano ni la hermana están sometidos a la esclavitud. El Señor nos ha convocado para la paz. Porque, tú, mujer, no sabes si podrás salvar al marido. Y tú, marido, no sabes si podrás salvar a la mujer.
Fuera de esto, cada uno ande conforme el Señor le asignó en herencia, cada uno conforme Dios lo ha convocado. Y así lo voy ordenando en todas las Iglesias. ¿Ha sido uno convocado del judaísmo? No disimule su condición de judío. ¿Lo ha sido otro del paganismo? No se circuncide. No importa nada el ser o no ser circuncidado, sino la guarda de los mandamientos de Dios. Cada uno continúe en la condición en que fue convocado por Dios.
¿Fuiste convocado siendo esclavo? No te preocupes. Pero, si puedes ser liberto, aprovéchate más bien de ello. El que, siendo esclavo, ha sido convocado en el Señor es un liberto del Señor. Y, de la misma manera, el que, siendo libre, ha sido convocado es un esclavo de Cristo. Habéis sido comprados a precio. No os hagáis esclavos de los hombres. Hermanos, que cada uno continúe sirviendo a Dios en la condición en que fue convocado.
RESPONSORIO Mt 19, 5. 6. 4
R. Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y vendrán a ser los dos una sola persona. * No debe separar el hombre lo que Dios ha unido.
V. El Creador los hizo desde un principio varón y mujer, así que ya no son dos, sino una sola persona.
R. No debe separar el hombre lo que Dios ha unido.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Bernardo, abad
(Sermón 15 sobre diversas materias: PL 183, 577-579)
HAY QUE BUSCAR LA SABIDURÍA
Trabajemos para tener el manjar que no se consume: trabajemos en la obra de nuestra salvación. Trabajemos en la viña del Señor, para hacernos merecedores del denario cotidiano. Trabajemos para obtener la sabiduría, ya que ella afirma: Los que trabajan para alcanzarme no pecarán. El campo es el mundo —nos dice aquel que es la Verdad—; cavemos en este campo; en él se halla escondido un tesoro que debemos desenterrar. Tal es la sabiduría, que ha de ser extraída de lo oculto. Todos la buscamos, todos la deseamos.
Si queréis preguntar —dice la Escritura—, preguntad; convertíos, retornad. ¿Te preguntas de dónde te has de convertir? Refrena tus deseos, hallamos también escrito. Pero si en mis deseos no encuentro la sabiduría —dices—, ¿dónde la hallaré? Pues mi alma la desea con vehemencia, y no me contento con hallarla, si es que llego a hallarla, sino que echo en mi regazo una medida abundante, bien apretada y bien colmada hasta rebosar. Y esto con razón. Porque, dichoso el hombre que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia. Búscala, pues, mientras puede ser encontrada; invócala, mientras está cerca.
¿Quieres saber cuán cerca está? Cerca está la palabra, en tu boca y en tu corazón; sólo a condición de que la busques con un corazón sincero. Así es como encontrarás la sabiduría en tu corazón y tu boca estará llena de inteligencia, pero vigila que esta abundancia de tu boca no se derrame a manera de vómito.
Si has hallado la sabiduría has hallado la miel; procura no comerla con exceso, no sea que, harto de ella, la vomites. Come de manera que siempre quedes con hambre. Porque dice la misma sabiduría: El que me come tendrá más hambre de mí. No tengas en mucho lo que has alcanzado; no te consideres harto, no sea que vomites y pierdas así lo que pensabas poseer, por haber dejado de buscar antes de tiempo. Pues no hay que desistir en esta búsqueda y llamada de la sabiduría, mientras pueda ser hallada, mientras esté cerca. De lo contrario, como la miel daña —según dice el Sabio— a los que comen de ella en demasía, así el que se mete a escudriñar la majestad será oprimido por su gloria.
Del mismo modo que es dichoso el hombre que encuentra sabiduría, así también es dichoso, o mejor, más dichoso aún, el hombre que es constante en la sabiduría; esto seguramente se refiere a la abundancia de que hemos hablado antes.
En estas tres cosas se conocerá que tu boca está llena en abundancia de sabiduría o de prudencia: si confiesas de palabra tu propia iniquidad, si de tu boca sale la acción de gracias y la alabanza y si de ella salen también palabras de edificación. En efecto, creemos con el corazón para obtener la justificación y hacemos con la boca profesión de nuestra fe para alcanzar la salud. Y además, lo primero que hace el justo al hablar es acusarse a sí mismo; y así, lo que debe hacer en segundo lugar es ensalzar a Dios, y en tercer lugar (si a tanto llega la abundancia de su sabiduría) edificar al prójimo.
RESPONSORIO Sb 7, 10. 11; 8, 2
R. Amé la sabiduría más que la salud y la hermosura, y decidí que fuera la luz que me alumbrara; * con ella me vinieron a la vez todos los bienes.
V. La amé y la pretendí desde mi juventud y me constituí en el amante de su belleza.
R. Con ella me vinieron a la vez todos los bienes.
ORACIÓN.
OREMOS,
Oh Dios, has prometido permanecer con los rectos y sinceros de corazón; concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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