domingo, 20 de noviembre de 2022

LITURGIA DE LAS HORAS - OFICIO DE LECTURA



TIEMPO ORDINARIO
LUNES DE LA SEMANA XXXIV
Del Común de la Santísima Virgen María - Salterio II

21 de noviembre

OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO

Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Aclamemos al Señor en esta fiesta de María Virgen.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: SALVE, MADRE DE MISERICORDIA

Salve, madre de misericordia,
madre de esperanza y de perdón,
madre de Dios y madre de gracia,
madre llena de gozo y de amor.

Jardín floral de virtudes lleno,
todo fragante, de rico olor,
madre querida, con tus consuelos
atiende, pía, nuestro dolor.

Te creó el Padre sumo, increado;
su Unigénito tu seno honró;
el Espíritu Almo te fecunda,
a los tres damos gloria y honor. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.

Salmo 30, 2-17. 20-25 I SÚPLICA CONFIADA Y ACCIÓN DE GRACIAS

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;

ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;

por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.

En tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
tú aborreces a los que veneran ídolos inertes,
pero yo confío en el Señor;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.

Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.

Ant 2. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Salmo 30 II

Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.

Mi vida se gasta en el dolor;
mis años, en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.

Oigo las burlas de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano está mi destino:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Ant 3. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.

Salmo 30 III

¡Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos!

En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.

Bendito el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.

Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.

Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.

Sed fuertes y valientes de corazón
los que esperáis en el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.

V. Enséñame, Señor, a caminar con lealtad.
R. Porque tú eres mi Dios y Salvador.

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Daniel 5, 1-2. 5-9. 13-17. 25-31

JUICIO DE DIOS EN EL BANQUETE DE BALTASAR

En aquellos días, el rey Baltasar dio un gran festín en honor de mil dignatarios suyos y se dio a beber vino con ellos. Animado por el vino, Baltasar mandó traer los vasos de oro y plata que su padre Nabucodonosor se había llevado del templo de Jerusalén, para que bebieran en ellos el rey, sus dignatarios, sus mujeres y sus concubinas.

De pronto aparecieron los dedos de una mano humana que se pusieron a escribir detrás del candelabro, en la cal de la pared del palacio real, y el rey vio la palma de la mano que escribía. Entonces el rey cambió de color, sus pensamientos se turbaron, las articulaciones de sus caderas se le relajaron y sus rodillas se pusieron a castañetear. Y el rey mandó a buscar a gritos a los magos, caldeos y astrólogos. Tomó el rey la palabra y dijo a los sabios de Babilonia:

«Aquel que lea este escrito y me dé a conocer su interpretación será vestido de púrpura, se le pondrá al cuello un collar de oro y será el tercero en el reino.»

Vinieron, pues, todos los sabios del rey; pero no pudieron leer el escrito ni declarar al rey su interpretación. El rey Baltasar se turbó mucho, cambió de color y sus dignatarios quedaron desconcertados.

En seguida fue introducido Daniel a la presencia del rey, y el rey dijo a Daniel:

«¿Eres tú, Daniel, uno de los judíos deportados, que mi padre el rey trajo de Judá? He oído decir que en ti reside el espíritu de Dios y que hay en ti luz, inteligencia y sabiduría extraordinarias. Se ha traído ahora a mi presencia a los sabios y magos para que leyeran este escrito y me declararan su interpretación, pero han sido incapaces de descubrir su sentido. He oído decir que tú puedes dar interpretaciones y resolver dificultades. Si, pues, logras leer este escrito y declararme su interpretación serás vestido de púrpura, llevarás al cuello un collar de oro y serás el tercero en el reino.»

Daniel tomó la palabra y dijo delante del rey:

«Quédate con tus regalos y da tus obsequios a otro, que yo leeré igualmente al rey este escrito y le daré a conocer su interpretación.

La escritura trazada es: Mené, Tequel, Parsín. Y ésta es la interpretación de las palabras:
Mené: Dios ha medido tu reino y le ha puesto fin. Tequel: Has sido pesado en la balanza y encontrado falto de peso. Parsín: Tu reino ha sido dividido y entregado a los persas y a los medos.»

Entonces Baltasar mandó revestir de púrpura Daniel, ponerle un collar de oro al cuello y proclamar que era el tercero en el reino.

Aquella misma noche fue asesinado Baltasar, rey de los caldeos, y recibió el reino Darío el Medo, que contaba sesenta y dos años.

RESPONSORIO    Sal 74, 6. 8. 9; Ap 14, 9. 10

R. No alcéis la frente contra el cielo, porque sólo Dios gobierna: a uno humilla, a otro ensalza; * el Señor tiene una copa en la mano, de la cual beberán todos los malvados de la tierra.
V. El que adore a la bestia y a su imagen beberá del vino de la cólera de Dios.
R. El Señor tiene una copa en la mano, de la cual beberán todos los malvados de la tierra.

SEGUNDA LECTURA

De los sermones de san Agustín, obispo
(Sermón 25, 7-8: PL 46, 937-938)

DIO FE AL MENSAJE DIVINO Y CONCIBIÓ POR SU FE

Os pido que atendáis a lo que dijo Cristo el Señor, extendiendo la mano sobre sus discípulos: Estos son mi madre y mis hermanos; y el que hace la voluntad de mi Padre, que me ha enviado, es mi hermano y mi hermana y mi madre. ¿Por ventura no cumplió la voluntad del Padre la Virgen María, ella, que dio fe al mensaje divino, que concibió por su fe, que fue elegida para que de ella naciera entre los hombres el que había de ser nuestra salvación, que fue creada por Cristo antes que Cristo fuera creado en ella? Ciertamente, cumplió santa María con toda perfección, la voluntad del Padre, y por esto es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre de Cristo. Por esto María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno.

Mira si no es tal como digo. Pasando el Señor, seguido de las multitudes y realizando milagros, dijo una mujer: Dichoso el seno que te llevó. Y el Señor, para enseñarnos que no hay que buscar la felicidad en las realidades de orden material, ¿qué es lo que respondió?: Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. De ahí que María es dichosa también porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo. Cristo es la verdad, Cristo tuvo un cuerpo: en la mente de María estuvo Cristo, la verdad; en su seno estuvo Cristo hecho carne, un cuerpo. Y es más importante lo que está en la mente que lo que se lleva en el seno.

María fue santa, María fue dichosa, pero más importante es la Iglesia que la misma Virgen María. ¿En qué sentido? En cuanto que María es parte de la Iglesia, un miembro santo, un miembro excelente, un miembro supereminente, pero un miembro de la totalidad del cuerpo. Ella es parte de la totalidad del cuerpo, y el cuerpo entero es más que uno de sus miembros. La cabeza de este cuerpo es el Señor, y el Cristo total lo constituyen la cabeza y el cuerpo. ¿Qué más diremos? Tenemos, en el cuerpo de la Iglesia, una cabeza divina, tenemos al mismo Dios por cabeza.

Por tanto, amadísimos hermanos, atended a vosotros mismos: también vosotros sois miembros de Cristo, cuerpo de Cristo. Así lo afirma el Señor, de manera equivalente, cuando dice: Estos son mi madre y mis hermanos. ¿Cómo seréis madre de Cristo? El que escucha y el que hace la voluntad de mi Padre celestial es mi hermano y mi hermana y mi madre. Podemos entender lo que significa aquí el calificativo que nos da Cristo de «hermanos» y «hermanas»: la herencia celestial es única, y, por tanto, Cristo, que siendo único no quiso estar solo, quiso que fuéramos herederos del Padre y coherederos suyos.

RESPONSORIO    Is 61, 10; Lc 1, 46-47

R. Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios: * porque me ha vestido un traje de gala, como a una novia que se adorna con sus joyas.
V. Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.
R. Porque me ha vestido un traje de gala, como a una novia que se adorna con sus joyas.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor, Dios nuestro, al celebrar esta festividad de la Santísima Virgen María, te pedimos, por su intercesión, nos concedas también a nosotros participar de la plenitud de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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