TIEMPO ORDINARIO
JUEVES DE LA SEMANA XXXIII
Del Común de varios mártires. Salterio I
17 de noviembre
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: TESTIGOS DE AMOR
Testigos de amor
de Cristo Señor,
mártires santos.
Rosales en flor
de Cristo el olor,
mártires santos.
Palabras en luz
de Cristo Jesús,
mártires santos.
Corona inmortal
del Cristo total,
mártires santos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.
Salmo 17, 31-51 IV - EL SEÑOR REVELA SU PODER SALVADOR
Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
él es escudo para los que a él se acogen.
¿Quién es dios fuera del Señor?
¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
Dios me ciñe de valor
y me enseña un camino perfecto;
él me da pies de ciervo,
y me coloca en las alturas;
él adiestra mis manos para la guerra,
y mis brazos para tensar la ballesta.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.
Ant 2. Tu diestra, Señor, me sostuvo.
Salmo 17 V
Me dejaste tu escudo protector,
tu diestra me sostuvo,
multiplicaste tus cuidados conmigo.
Ensanchaste el camino a mis pasos
y no flaquearon mis tobillos;
yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo;
y no me volvía sin haberlo aniquilado:
los derroté, y no pudieron rehacerse,
cayeron bajo mis pies.
Me ceñiste de valor para la lucha,
doblegaste a los que me resistían;
hiciste volver la espalda a mis enemigos,
rechazaste a mis adversarios.
Pedían auxilio, pero nadie los salvaba;
gritaban al Señor, pero no les respondía.
Los reduje a polvo, que arrebataba el viento;
los pisoteaba como barro de las calles.
Me libraste de las contiendas de mi pueblo,
me hiciste cabeza de naciones,
un pueblo extraño fue mi vasallo.
Los extranjeros me adulaban,
me escuchaban y me obedecían.
Los extranjeros palidecían
y salían temblando de sus baluartes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tu diestra, Señor, me sostuvo.
Ant 3. Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Salmo 17 VI
Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
el Dios que me dió el desquite
y me sometió los pueblos;
que me libró de mis enemigos,
me levantó sobre los que resistían
y me salvó del hombre cruel.
Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre:
tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido,
de David y su linaje por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.
V. Ábreme, Señor, los ojos.
R. Y contemplaré las maravillas de tu voluntad.
PRIMERA LECTURA
Comienza el libro del profeta Daniel 1, 1-21
UNOS JÓVENES FIELES DE ISRAEL PRESTAN SERVICIO EN EL PALACIO DEL REY DE BABILONIA
El año tercero de Joaquín, rey de Judá, Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén y la sitió. El Señor entregó en sus manos a Joaquín, rey de Judá, así como parte de los objetos de la casa de Dios. Él los llevó al país de Senaar y depositó los objetos en la casa del tesoro de sus dioses.
El rey mandó a Aspenaz, jefe de sus eunucos, tomar de entre los hijos de Israel, de estirpe real o de familia noble, algunos jóvenes, sin defecto corporal, de buen parecer, diestros en toda sabiduría, cultos e inteligentes, idóneos para servir en la corte del rey, con el fin de enseñarles la escritura y la lengua de los caldeos. El rey les asignó una ración diaria de sus manjares y del vino de su mesa. Deberían ser educados durante tres años, después de lo cual entrarían al servicio del rey. Entre ellos se encontraban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, que eran judíos. El jefe de los eunucos les puso nuevos nombres: Daniel se llamaría Beltsasar, Ananías Sadrac, Misael Mesac y Azarías Abed-Negó. Daniel, que tenía el propósito de no contaminarse compartiendo los manjares del rey y el vino de su mesa, suplicó al jefe de los eunucos que le ahorrara esta contaminación. Dios concedió a Daniel hallar favor y gracia ante el jefe de los eunucos. Éste, sin embargo, dijo a Daniel:
«Temo al rey, mi señor; él ha asignado vuestra comida y vuestra bebida, y si llega a ver vuestros rostros más macilentos que los de los jóvenes de vuestra edad, expondríais mi cabeza a los ojos del rey.»
Daniel dijo entonces al guarda a quien el jefe de los eunucos había confiado el cuidado de Daniel, Ananías, Misael y Azarías:
«Pon a prueba, te ruego, a tus siervos durante diez días: désenos de comer legumbres y de beber agua; después puedes comparar nuestro aspecto con el de los jóvenes que comen los manjares del rey, y hacer con tus siervos con arreglo a lo que hayas visto.»
Aceptó él la propuesta y los puso a prueba durante diez días. Al cabo de los diez días se vio que tenían mejor aspecto y semblante que todos los jóvenes que comían los manjares del rey. Desde entonces el guarda retiró sus manjares y el vino que tenían que beber, y les dio legumbres. A estos cuatro jóvenes les concedió Dios ciencia e inteligencia en toda clase de letras y sabiduría. Particularmente Daniel poseía el discernimiento de visiones y sueños.
Al cabo del tiempo establecido por el rey para que le fueran presentados los jóvenes, el jefe de los eunucos los llevó ante Nabucodonosor. El rey conversó con ellos, y entre todos no se encontró ningún otro como Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Quedaron, pues, al servicio del rey. Y, en cuantas cosas de sabiduría o de inteligencia los consultó el rey, los encontró diez veces superiores a todos los magos y adivinos que había en todo su reino. Daniel permaneció allí hasta el año primero del rey Ciro.
RESPONSORIO Cf. Dn 1, 17. 20
R. Dios les concedió ciencia y sabiduría y confirmó en ellos la gracia de su espíritu. * El Señor llenó sus mentes de inteligencia.
V. El rey encontró en ellos respuesta a cuantas cosas de sabiduría o de inteligencia les consultó.
R. El Señor llenó sus mentes de inteligencia.
SEGUNDA LECTURA
De las Cartas del beato Roque González, presbítero y mártir
(Cartas annuas del padre Roque González al provincial Pedro de Oñate, año 1615 [s.d.]: Documentos para la historia argentina, 20, Buenos Aires 1929, pp. 24.25)
ESTA CRUZ HA DE SER PRINCIPIO DE QUE SE LEVANTEN OTRAS MUCHAS
Yo procuré volver con mucha brevedad. Acomodéme, en una chozuela junto al río, hasta que algo después me dieron otra choza pajiza algo mayor. Y poco más de dos meses después envió el padre Rector al padre Diego de Boroa. Llegó a aquel puesto segundo día de Pascua del Espíritu Santo, y ambos nos consolamos harto de vemos, por amor de Dios nuestro Señor, en partes tan remotas y apartadas. Acomodámonos en la choza ambos con unos apartadijos de caña, y con lo mismo estaba atajada una capillita poco más ancha que el altar, donde decíamos misa. Y con la virtud de este soberano y divino sacrificio de la santa cruz en que se ofreció y estaba allí triunfando, los demonios que antes se les aparecían a los indios, no se atrevieron a aparecer más, y así lo dijo un indio. En aquella casita estuvimos con no pequeña necesidad en todo, porque el frío, como no tenía defensa, era tanto, que nos quitaba el sueño. La comida, unas veces un poco de maíz cocido otras, harina de mandioca que comen los indios; y aun porque solíamos enviar al campo a buscar unas hierbas de que comen bien los papagayos, los indios por gracia dijeron que lo éramos.
Y como el demonio vio que la cosa iba tan adelante, o por sí mismo hablándoles o por medio de sus ministros, temiendo perder lo que había ganado en tantos años si la Compañía de Jesús entraba en estas tan extendidas provincias; y así sembraron por todo el Paraná que éramos espías y sacerdotes falsos, y que en los libros traíamos la muerte, y esto en tanto grado, que, estando por medio de unas estampas declarándoles el padre Boroa a unos infieles los misterios de nuestra santa fe, se recelaban de llegar cerca de las imágenes no se les pegase la muerte. Pero poco a poco se van desengañando y viendo con sus ojos los indios cómo los nuestros les son verdaderos padres, dándoles con amor de tales cuanto piden como lo haya en casa, y siéndoles médicos no sólo de sus almas —que es lo principal—, sino de sus cuerpos, ayudándoles en todas sus enfermedades y trabajos de noche y de día.
En viendo cómo los indios nos cobraron amor, tratamos de hacer una pequeña iglesia, y con serlo baja y cubierta de paja, estos pobrecitos lo son tanto, que les parecían palacios reales, y mirando hacia el techo, hacían milagros, y ambos embarrábamos a ratos para enseñar a los indios, que aun eso no sabían. Acabóse para el día de nuestro santo padre Ignacio del año pasado de seiscientos y quince. En el cual dijimos la primera misa, procurando celebrar aquella santa fiesta con la renovación de nuestros votos y con otros regocijos exteriores según el poco posible de la tierra; procuramos imponer una danza, pero los muchachos están todavía tan montaraces, que no salieron con ello. Púsose una campana en un campanario de madera, que no causó poca admiración, como cosa no vista ni oída en aquella tierra. Y lo que fue de mucha admiración es que los indios levantaron una cruz delante de la iglesia; y habiéndoles dicho la razón por que los cristianos la adoramos, nosotros y ellos la adoramos todos de rodillas; y aunque es la última que hay en estas partes, espero en nuestro Señor ha de ser principio de que se levanten otras muchas.
RESPONSORIO Jn 10, 15-18; cf. Jn 12, 7
R. Yo doy mi vida por mis ovejas; * nadie me la quita, yo la doy voluntariamente.
V. He abandonado mi casa, he entregado mi vida en manos de mis enemigos.
R. Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor, haz que tu palabra crezca allá donde los mártires la sembraron y produzca el ciento por uno en frutos de justicia y de paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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