martes, 21 de diciembre de 2021

LITURGIA DE LAS HORAS - OFICIO DE LECTURA



TIEMPO DE ADVIENTO
MIÉRCOLES DE LA SEMANA IV
Del Propio del día - Salterio IV

22 de diciembre

OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. El Señor está cerca, venid adorémosle.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: ALEGRÍA DE NIEVE

Alegría de nieve
por los caminos.
Todo espera la gracia
del Bien Nacido.

Miserables los hombres,
dura la tierra.
Cuanta más nieve cae,
más cielo cerca.

La tierra tan dormida
ya se despierta.
Y hasta el hombre más muerto
se despereza.

Ya los montes se allanan
y las colinas,
y el corazón del hombre
vuelve a la vida.

Gloria al Padre y al Hijo,
gloria al Espíritu,
que han mirado a la tierra
compadecidos. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.

Salmo 102 I - HIMNO A LA MISERICORDIA DE DIOS

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura;
él sacia de bienes tus anhelos,
y como un águila se renueva tu juventud.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.

Ant 2. Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.

Salmo 102 II

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él sabe de qué estamos hechos,
se acuerda de que somos barro.

Los días del hombre duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.

Ant 3. Bendecid al Señor, todas sus obras.

Salmo 102 III

Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos.

El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes,
prontos a la voz de su palabra.

Bendecid al Señor, ejércitos suyos,
servidores que cumplís sus deseos.
Bendecid al Señor, todas sus obras,
en todo lugar de su imperio.

Bendice, alma mía, al Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Bendecid al Señor, todas sus obras.

V. Derrama, Señor, tu misericordia sobre nosotros.
R. Danos tu salvación, según tu promesa.

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 49, 14—50, 1

RESTAURACIÓN DE SIÓN

Dice Sión:

«El Señor me ha abandonado, el Señor me ha olvidado.»

«¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.

Mira, en mis palmas te llevo tatuada, tus muros están siempre ante mí; ya se aprestan los que van a reconstruirte, y se van los que te demolían y asolaban.

Levanta los ojos en torno y mira: todos se reúnen para venir a ti; por mi vida —oráculo del Señor—, a todos los llevarás como vestido precioso, serán tu cinturón de novia. Porque tus ruinas, tus escombros, tu país desolado resultarán estrechos para tus habitantes, mientras se alejarán los que te devoraban. Los hijos que dabas por perdidos te dirán otra vez: "Mi lugar es estrecho, hazme sitio para habitar." Y tú dirás en tu corazón: "¿Quién me ha engendrado a éstos? Pues yo había quedado sin hijos y estéril ¿Quién me los ha criado? Yo había quedado sola, éstos ¿de dónde han venido?"»

Así dice el Señor:

«Mira, con la mano hago seña a las naciones, alzo mi estandarte para los pueblos: traerán a tus hijos en brazos, a tus hijas las traerán en hombros. Sus reyes serán tus ayos, y sus princesas tus nodrizas; se postrarán ante ti, rostro en tierra, y besarán el polvo de tus pies. Sabrás entonces que yo soy el Señor, que no defraudo a los que esperan en mí.»

Así dice el Señor:

«¿Se le puede quitar la presa a un valiente? ¿Se le escapa a un guerrero su cautivo? Sí —dice el Señor—, se le arrebatará su presa al valiente, se le escapará al guerrero su cautivo; yo mismo defenderé tu causa, yo mismo salvaré a tus hijos.

Haré a tus opresores comerse su propia carne, se embriagarán de su sangre como de vino; y sabrá todo el mundo que yo soy el Señor, tu Salvador, y que tu redentor es el Héroe de Jacob.»

Así dice el Señor:

«¿Dónde está la carta de divorcio de vuestra madre, a quien repudié?, o ¿a cuál de mis acreedores os vendí? Mirad: si fuisteis vendidos, fue por vuestras culpas; si vuestra madre fue repudiada, fue por vuestros crímenes.»

RESPONSORIO    Is 49, 15; cf. Sal 26, 10

R. ¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? * Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.
V. Si mi padre y mi madre me abandonan, tú, Señor, me recogerás.
R. Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.

SEGUNDA LECTURA

Del Comentario de san Beda el Venerable, presbítero, sobre el evangelio de san Lucas
(Libro 1, 46-55: CCL 120, 37-39)

MAGNIFICAT

María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.»

«El Señor —dice— me ha engrandecido con un don tan magnífico e inaudito que no se puede explicar con palabras humanas, y el mismo corazón con todo su amor apenas puede llegar a comprenderlo. Por lo tanto, me entrego con todas mis fuerzas a la alabanza y a la acción de gracias, contemplando la grandeza de aquel que es eterno, y gustosamente le consagro mi vida, sentimientos y pensamientos, porque mi espíritu se alegra en la divinidad eterna de Jesús, es decir, del Salvador, que se ha revestido de mi carne y reposa en mi seno.»

Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

Estas palabras se relacionan con el comienzo del cántico, donde se dice: Proclama mi alma la grandeza del Señor. Sin duda que sólo aquel en quien el Poderoso hace obras grandes sabrá proclamar dignamente la grandeza del Señor y podrá exhortar a los que, como él, se sienten enriquecidos por Dios, diciendo: Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.

Pues el que no proclama la grandeza del Señor, sabiendo que es infinita, y no bendice su nombre será el último en el reino de los cielos. Se dice que su nombre es santo porque, por su inmenso poder, trasciende toda creatura y está infinitamente por encima de todas las cosas creadas.

Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su misericordia. Con toda propiedad el cántico llama siervo o niño del Señor a Israel, pues, para salvarlo, Dios lo acogió como se acoge a un niño obediente y humilde, según aquello que dice Oseas: Cuando Israel era un niño yo lo amé.

Porque quien no quiere humillarse no puede tampoco ser salvado ni decir con el profeta: Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida, pues, el que se haga pequeño tal como este niño será el más grande en el reino de los cielos.

Como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Al hablar aquí de la descendencia de Abraham no se refiere a la descendencia según la carne, sino según el espíritu, es decir, no sólo habla de aquellos que han sido engendrados según la carne, sino también de todos aquellos que han seguido los pasos de Abraham por medio de la circuncisión de la fe. Porque Abraham creyó cuando estaba en la circuncisión y, ya entonces, su fe le fue tenida en cuenta para la justificación.

Por lo tanto la venida del Salvador fue prometida a Abraham y a su descendencia por siempre, es decir, a los hijos de la promesa, de quienes se dice: Si sois de Cristo sois por lo mismo descendencia de Abraham, herederos según la promesa.

Con razón la madre del Señor y la madre de Juan se adelantaron con sus respectivas profecías al nacimiento de sus hijos; con ello, de la misma forma que el pecado comenzó por la mujer, también por la mujer se inicia la salvación, y la vida, que fue perdida por el engaño que sedujo a una sola mujer, es ahora devuelta al mundo por la profecía de dos mujeres que compiten en su empeño por anunciar la salvación.

RESPONSORIO    Lc 1, 48-50

R. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, * porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
V. y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
R. Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, estando ya próximo el aniversario del nacimiento de tu Hijo en carne mortal, te pedimos nos hagas sentir la abundancia de su amor, que lo hizo encarnarse en el seno de la Virgen María y habitar entre nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios

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