TIEMPO ORDINARIO
LUNES DE LA SEMANA XVIII
De la Feria. Salterio II
2 de agosto
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Demos vítores al Señor, aclamándolo con cantos.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Demos vítores al Señor, aclamándolo con cantos.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: EN EL PRINCIPIO, TU PALABRA
En el principio, tu Palabra.
Antes que el sol ardiera,
antes del mar y las montañas,
antes de las constelaciones,
nos amó tu Palabra.
Desde tu seno, Padre,
era sonrisa su mirada,
era ternura su sonrisa,
era calor de brasa.
En el principio, tu Palabra.
Todo se hizo de nuevo,
todo salió sin mancha,
desde el arrullo del río
hasta el rocío y la escarcha;
nuevo el canto de los pájaros,
porque habló tu Palabra.
Y nos sigues hablando todo el día,
aunque matemos la mañana
y desperdiciemos la tarde,
y asesinemos la alborada.
Como una espada de fuego,
en el principio, tu Palabra.
Llénanos de tu presencia, Padre;
Espíritu, satúranos de tu fragancia;
danos palabras para responderte,
Hijo, eterna Palabra. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.
Salmo 30, 2-17. 20-25 I SÚPLICA CONFIADA Y ACCIÓN DE GRACIAS
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;
ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
tú aborreces a los que veneran ídolos inertes,
pero yo confío en el Señor;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.
Ant 2. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
Salmo 30 II
Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.
Mi vida se gasta en el dolor;
mis años, en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen.
Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.
Oigo las burlas de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano está mi destino:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
Ant 3. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.
Salmo 30 III
¡Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos!
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.
Bendito el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.
Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.
Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.
Sed fuertes y valientes de corazón
los que esperáis en el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.
V. Enséñame, Señor, a caminar con lealtad.
R. Porque tú eres mi Dios y Salvador.
PRIMERA LECTURA
Del primer libro de los Reyes 21, 1-21. 27-29
ELÍAS DEFENSOR DE LA JUSTICIA PARA CON LOS POBRES
En aquel tiempo, Nabot de Yizreel tenía una viña junto al palacio de Ajab, rey de Samaria, y Ajab habló a Nabot, diciendo:
«Dame tu viña para que me sirva de huerto para hortalizas, ya que está contigua a mi casa, y yo te daré por ella una viña mejor que ésta, o si parece bien a tus ojos te daré su precio en dinero.»
Respondió Nabot a Ajab:
«Líbreme el Señor de darte la herencia de mis padres.»
Se fue Ajab a su casa triste e irritado por la palabra que le dijo Nabot de Yizreel:
«No te daré la heredad de mis padres.»
Se acostó en su lecho, volvió su rostro y no quiso comer. Vino hacia él su mujer, Jezabel, y le habló:
«¿Porqué está triste tu espíritu y por qué no quieres comer?»
El le respondió:
«Porque he hablado con Nabot de Yizreel y le he dicho: "Dame tu viña por dinero o, si lo prefieres, te daré una viña a cambio", y me dijo: "No te daré mi viña."»
Su mujer, Jezabel, le dijo:
«¿Y eres tú el que ejerces la realeza en Israel? Levántate, come y alégrate. Yo te daré la viña de Nabot de Yizreel.»
Entonces ella escribió cartas en nombre de Ajab y las selló con su sello, y envió las cartas a los ancianos y notables que vivían junto a Nabot. En las cartas había escrito:
«Proclamad un ayuno y haced sentar a Nabot a la cabeza del pueblo. Haced que se sienten frente a él dos malvados que lo acusarán diciendo: "Has maldecido a Dios y al rey", y lo sacaréis y lo apedrearéis para que muera.»
Los hombres de la ciudad, los ancianos y notables que vivían junto a Nabot en su ciudad, hicieron lo que Jezabel les había mandado, de acuerdo con lo escrito en las cartas que les había remitido. Proclamaron un ayuno e hicieron sentar a Nabot a la cabeza del pueblo. Llegaron los dos malvados, se sentaron frente a él y lo acusaron delante del pueblo, diciendo:
«Nabot ha maldecido a Dios y al rey.»
Lo sacaron fuera de la ciudad, lo apedrearon y murió. En seguida enviaron a decir a Jezabel:
«Nabot ha sido apedreado y ha muerto.»
Cuando Jezabel oyó que Nabot había sido apedreado y muerto, dijo a Ajab:
«Levántate, toma posesión de la viña de Nabot, el de Yizreel, el que se negó a dártela por dinero, pues Nabot ya no vive, ha muerto.»
Apenas oyó Ajab que Nabot había muerto, se levantó y bajó a la viña de Nabot, el de Yizreel, para tomar posesión de ella. Entonces fue dirigida la palabra del Señor a Elías tesbita, de esta manera:
«Levántate, baja al encuentro de Ajab, rey de Israel, que está en Samaria. Está en la viña de Nabot, a donde ha bajado para apropiársela. Le hablarás de esta manera: "Así habla el Señor: Has asesinado ¿y además usurpas?" Luego le dirás: "Por esto, así habla el Señor: En el mismo lugar en que los perros han lamido la sangre de Nabot, lamerán también los perros tu propia sangre."»
Ajab dijo a Elías:
«Has vuelto a encontrarme, enemigo mío.» Respondió:
«Te he vuelto a encontrar porque te has vendido para hacer el mal a los ojos del Señor. Yo mismo voy a traer el mal sobre ti y voy a barrer tu posteridad y a exterminar todo varón de los de Ajab, libre o esclavo, en Israel.»
Cuando Ajab oyó estas palabras desgarró sus vestidos y se puso un saco sobre su carne, ayunó y se acostaba con el cilicio puesto; y caminaba abatido. Entonces fue dirigida la palabra del Señor a Elías tesbita, diciéndole:
«¿Has visto cómo Ajab se ha humillado en mi presencia? Por haberse humillado en mi presencia, no traeré el mal en vida suya; en vida de su hijo traeré el mal sobre su casa.»
RESPONSORIO St 4, 8. 9. 10; 5, 6
R. Purificad, pecadores, vuestras manos; lavad vuestros corazones, los que obráis con doblez. * Llorad y lamentaos, humillaos en la presencia del Señor.
V. Habéis condenado al justo y le habéis dado muerte, pues él no os opone resistencia.
R. Llorad y lamentaos, humillaos en la presencia del Señor.
SEGUNDA LECTURA
De la carta llamada de Bernabé
(Cap. 2, 6-10; 3, 1. 3; 4, 10-14: Funk 1, 7-9. 13)
LA NUEVA LEY DE NUESTRO SEÑOR
Dios invalidó los sacrificios de la ley antigua, para que la nueva ley de nuestro Señor Jesucristo, que no está sometida al yugo de la necesidad, tuviera una oblación no hecha por mano de hombre. Por esto les dice también: Cuando saqué a vuestros padres de Egipto, no les ordené ni les hablé de holocaustos y sacrificios; ésta fue la orden que les di: «Que nadie medite en su corazón daños contra el prójimo; no améis jurar en falso.»
Debemos, pues, comprender, si somos sensatos, los sentimientos de bondad de nuestro Padre; él nos habla, enseñándonos cómo debemos acercarnos a él, porque no quiere que lo busquemos por caminos desviados, como ellos. A nosotros, pues, nos dice: Sacrificio para el Señor es un espíritu quebrantado; olor de suavidad para el Señor es el corazón que glorifica al que lo ha plasmado. Por tanto, hermanos, debemos investigar diligentemente acerca de nuestra salvación, para que el maligno seductor no se introduzca furtivamente entre nosotros y nos aparte de la vida verdadera.
Les dice también, acerca de estas cosas: No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces. ¿Es ése el ayuno que el Señor desea para el día en que el hombre se mortifica? A nosotros, en cambio, nos dice: El ayuno que yo quiero es éste -oráculo del Señor-: Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo.
Evitemos, pues, toda obra vana, odiemos de corazón el camino de la iniquidad. No os repleguéis sobre vosotros mismos, no viváis para vosotros solos, pensando que ya estáis justificados, sino reuníos para indagar juntos lo que es provechoso para todos. Dice, en efecto, la Escritura: ¡Ay de los que se tienen por sabios y se creen perspicaces! Hagámonos espirituales, hagámonos un templo perfecto para Dios. En lo que dependa de nosotros, no olvidemos el temor de Dios y esforcémonos en guardar sus mandamientos, para que su voluntad sea nuestra delicia.
El Señor sin acepción de personas juzgará al mundo. Cada cual recibirá el pago de sus obras: si ha obrado bien, su justicia le precederá; si mal, el castigo de su maldad irá ante él; no nos abandonemos con la confianza de que somos de los llamados, no sea que nos durmamos en nuestros pecados, y el príncipe de maldad apoderándose de nosotros, nos aparte del reino del Señor.
Considerad aún esto, hermanos míos: pues vemos que los israelitas, a pesar de todas las señales y prodigios que Dios obró en su presencia, fueron rechazados, vigilemos para que en nosotros no se cumpla aquella sentencia evangélica: Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.
RESPONSORIO Ga 3, 24-25. 23
R. La ley fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo, a fin de ser justificados por la fe. * Pero una vez llegada la era de la fe, no estamos más bajo la potestad del ayo.
V. Antes de venir la economía de la fe, estábamos encerrados bajo la custodia de la ley, en espera de la fe que había de revelarse.
R. Pero una vez llegada la era de la fe, no estamos más bajo la potestad del ayo.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor, danos tu misericordia y atiende a las súplicas de tus hijos; concede la tranquilidad y la paz a los que nos gloriamos de tenerte como creador y como guía, y consérvalas en nosotros para siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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