lunes, 7 de junio de 2021

LITURGIA DE LAS HORAS - OFICIO DE LECTURA



TIEMPO ORDINARIO
MARTES DE LA SEMANA X
De la Feria. Salterio II

8 de junio

OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Al Señor, al Dios grande, venid, adorémosle.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: ESPADA DE DOS FILOS

¡Espada de dos filos
es, Señor, tu palabra!
Penetra como fuego
y divide la entraña.

¡Nada como tu voz,
es terrible tu espada!
¡Nada como tu aliento,
es dulce tu palabra!

Tenemos que vivir
encendida la lámpara,
que para virgen necia
no es posible la entrada.
No basta con gritar
sólo palabras vanas,
ni tocar a la puerta
cuando ya está cerrada.

Espada de dos filos
que me cercena el alma,
que hiere a sangre y fuego
esta carne mimada,
que mata los ardores
para encender la gracia.

Vivir de tus incendios,
luchar por tus batallas,
dejar por los caminos
rumor de tus sandalias.
¡Espada de dos filos
es, Señor, tu palabra! Amén.

SALMODIA

Ant 1. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.

Salmo 36 I - LA VERDADERA Y LA FALSA FELICIDAD

No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.

Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.

Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará brillar tu justicia como el amanecer;
tu derecho, como el mediodía.

Descansa en el Señor y espera en él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:

cohíbe la ira, reprime el coraje,
no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.

Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en su sitio: ya no está;
en cambio, los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.

Ant 2. Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor.

Salmo 36 II

El malvado intriga contra el justo,
rechina sus dientes contra él;
pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.

Los malvados desenvainan la espada,
asestan el arco,
para abatir a pobres y humildes,
para asesinar a los honrados;
pero su espada les atravesará el corazón,
sus arcos se romperán.

Mejor es ser honrado con poco
que ser malvado en la opulencia;
pues al malvado se le romperán los brazos,
pero al honrado lo sostiene el Señor.

El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán;

pero los malvados perecerán,
los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado,
en humo se disiparán.

El malvado pide prestado y no devuelve,
el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseen la tierra,
los que él maldice son excluidos.

El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.

Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
A diario se compadece y da prestado;
bendita será su descendencia.

Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.

Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá;
pero los justos poseen la tierra,
la habitarán por siempre jamás.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor.

Ant 3. Confía en el Señor y sigue su camino.

Salmo 36 III

La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan.

El malvado espía al justo
e intenta darle muerte;
pero el Señor no lo entrega en sus manos,
no deja que lo condenen en el juicio.

Confía en el Señor, sigue su camino;
él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los malvados.

Vi a un malvado que se jactaba,
que prosperaba como un cedro frondoso;
volví a pasar, y ya no estaba;
lo busqué, y no lo encontré.

Observa al honrado, fíjate en el bueno:
su porvenir es la paz;
los impíos serán totalmente aniquilados,
el porvenir de los malvados quedará truncado.

El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva,
porque se acogen a él.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Confía en el Señor y sigue su camino.

V. Enséñame Señor, a gustar y a comprender.
R. Porque me fío de tus mandatos. 

PRIMERA LECTURA

Del libro de Josué 2, 1-24

POR LA FE, RAJAB LA MERETRIZ, ACOGIÓ PACÍFICAMENTE A LOS EXPLORADORES

En aquellos días, Josué, hijo de Nun, envió secretamente desde Sittim dos espías con esta orden: «Id y explorad la tierra de Jericó.»

Fueron y entraron en casa de una ramera, llamada Rajab, y se alojaron allí. Se le dijo al rey de Jericó:

«Mira que unos hombres israelitas han entrado aquí por la noche, para explorar el país.»

Entonces el rey de Jericó mandó decir a Rajab:

«Haz salir a los hombres que han entrado en tu casa, porque han venido para explorar todo el país.»

Pero la mujer tomó a los dos hombres y los escondió. Luego respondió:

«Es verdad que algunos hombres han venido a mi casa, pero yo no sabía de dónde eran. Cuando se iba a cerrar la puerta por la noche, salieron y no sé adónde han ido. Perseguidlos aprisa, que los alcanzaréis.»

Pero ella los había hecho subir al terrado y los había escondido entre unos haces de lino que tenía amontonados en el terrado. Salieron algunos hombres en su persecución, camino del Jordán, hacia los vados, y se cerró la puerta en cuanto los perseguidores salieron tras ellos.
Rajab subió al terrado donde ellos estaban, antes que se hubiesen acostado, y les dijo:

«Ya sé que el Señor os ha dado esta tierra, que nos ha invadido vuestro terror y que todos los habitantes de esta región han temblado ante vosotros: porque nos hemos enterado de cómo el Señor secó las aguas del mar de las Cañas delante de vosotros a vuestra salida de Egipto, y lo que habéis hecho con los dos reyes amorreos del otro lado del Jordán, Sijón y Og, a quienes entregasteis al anatema. Al oírlo, ha desfallecido nuestro corazón y no se encuentra nadie con aliento para haceros frente, porque el Señor, vuestro Dios, es Dios tanto arriba en los cielos como abajo en la tierra. Juradme, pues, ahora por el Señor, ya que os he tratado con bondad, que vosotros también trataréis con bondad a la casa de mi padre, y dadme una señal segura de que respetaréis la vida de mi padre y de mi madre, de mis hermanos y hermanas y de todos los suyos, y de que libraréis nuestras vidas de la muerte.»

Los hombres le respondieron:

«Muramos nosotros en vez de vosotros, con tal de que no divulguéis nuestra presencia. Cuando el Señor nos haya entregado la tierra, te trataremos a ti con bondad y lealtad.»

Ella los descolgó con una cuerda por la ventana, pues su casa estaba en la pared de la muralla y vivía en la misma muralla. Les dijo:

«Id hacia la montaña, para que no os alcancen los que os persiguen. Estad escondidos allí tres días, hasta que vuelvan los perseguidores: después podéis seguir vuestro camino.»

Los hombres respondieron:

«Nosotros cumpliremos ese juramento que nos has exigido. Cuando entremos en el país, tendrás esta señal: atarás este cordón de hilo escarlata a la ventana por la que nos has descolgado y reunirás junto a ti en casa a tu padre, a tu madre, a tus hermanos y a toda la familia de tu padre. Si alguno sale fuera de las puertas de tu casa, caiga su sangre sobre su cabeza. Nosotros seremos inocentes. Pero la sangre de todos los que estén contigo en casa caiga sobre nuestras cabezas, si alguien pone su mano sobre ellos. Mas, si divulgas nuestra presencia, quedaremos libres del juramento que nos has exigido.»

Ella respondió:

«Sea según vuestras palabras.»

Y los dejó marchar. Cuando se fueron, ella ató el cordón escarlata a la ventana.
Marcharon ellos y se metieron en el monte. Se quedaron allí tres días, hasta que regresaron los perseguidores. Éstos los habían buscado por todo el camino, pero no los encontraron. Entonces los dos hombres volvieron a bajar del monte, pasaron el río y fueron donde estaba Josué, hijo de Nun, a quien contaron todo lo que les había ocurrido. Dijeron a Josué:

«Cierto que el Señor ha puesto en nuestras manos toda la tierra; todos los habitantes del país tiemblan ya ante nosotros.»

RESPONSORIO    St 2, 24-26; Hb 11, 31

R. El hombre es justificado por las obras, no sólo por la fe. ¿Acaso no fue Rajab justificada por las obras, al acoger a los mensajeros y hacerlos salir por otro camino? * Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe está muerta sin las obras.
V. Por la fe, no pereció con los incrédulos Rajab la meretriz, por haber acogido amistosamente a los exploradores del pueblo de Dios.
R. Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe está muerta sin las obras.

SEGUNDA LECTURA

De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Romanos
(Cap. 6, 1--9, 3: Funk 1, 219-223)

MI AMOR ESTA CRUCIFICADO

De nada me servirán los placeres terrenales ni los reinos de este mundo. Prefiero morir en Cristo Jesús que reinar en los confines de la tierra. Todo mi deseo y mi voluntad están puestos en aquel que por nosotros murió y resucitó. Se acerca ya el momento de mi nacimiento a la vida nueva. Por favor, hermanos, no me privéis de esta vida, no queráis que muera; si lo que yo anhelo es pertenecer a Dios, no me entreguéis al mundo ni me seduzcáis con las cosas materiales; dejad que pueda contemplar la luz pura; entonces seré hombre en pleno sentido. Permitid que imite la pasión de mi Dios. El que tenga a Dios en sí entenderá lo que quiero decir y se compadecerá de mí, sabiendo cuál es el deseo que me apremia. El príncipe de este mundo me quiere arrebatar y pretende arruinar mi deseo que tiende hacia Dios. Que nadie de vosotros, los aquí presentes, lo ayude; poneos más bien de mi parte, esto es, de parte de Dios. No queráis a un mismo tiempo tener a Jesucristo en la boca y los deseos mundanos en el corazón. Que no habite la envidia entre vosotros. Ni me hagáis caso si, cuando esté aquí, os suplicare en sentido contrario; haced más bien caso de lo que ahora os escribo. Porque os escribo en vida, pero deseando morir. Mi amor está crucificado y ya no queda en mí el fuego de los deseos terrenos; únicamente siento en mi interior la voz de una agua viva que me habla y me dice: «Ven al Padre.» No encuentro ya deleite en el alimento material ni en los placeres de este mundo. Lo que deseo es el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, de la descendencia de David, y la bebida de su sangre, que es la caridad incorruptible.

No quiero ya vivir más la vida terrena. Y este deseo será realidad si vosotros lo queréis. Os pido que lo queráis, y así vosotros hallaréis también benevolencia. En dos palabras resumo mi súplica: hacedme caso. Jesucristo os hará ver que digo la verdad, él, que es la boca que no engaña, por la que el Padre ha hablado verdaderamente. Rogad por mí, para que llegue a la meta. Os he escrito no con criterios humanos, sino conforme a la mente de Dios. Si sufro el martirio, es señal de que me queréis bien; de lo contrario, es que me habéis aborrecido.

Acordaos en vuestras oraciones de la Iglesia de Siria, que, privada ahora de mí, no tiene otro pastor que el mismo Dios. Sólo Jesucristo y vuestro amor harán para con ella el oficio de obispo. Yo me avergüenzo de pertenecer al número de los obispos; no soy digno de ello, ya que soy el último de todos y un abortivo. Sin embargo, llegaré a ser algo, si llego a la posesión de Dios, por su misericordia.

Os saluda mi espíritu y la caridad de las Iglesias que me han acogido en el nombre de Jesucristo, y no como a un transeúnte. En efecto, incluso las Iglesias que no entraban en mi itinerario corporal acudían a mí en cada una de las ciudades por las que pasaba.

RESPONSORIO    Col 1, 24. 29

R. Ahora me alegro de los padecimientos que he sufrido por vosotros, * y voy completando en favor del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, las tribulaciones que aún me quedan por sufrir con Cristo en mi carne mortal.
V. Con este fin me esfuerzo y lucho, contando con la eficacia de Cristo, que actúa poderosamente en mí.
R. Y voy completando en favor del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, las tribulaciones que aún me quedan por sufrir con Cristo en mi carne mortal.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios nuestro, de quien todo bien procede, concédenos seguir siempre tus inspiraciones, para que tratemos de hacer continuamente lo que es recto y, con tu ayuda, lo llevemos siempre a cabo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios. 

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