TIEMPO DE CUARESMA
MIÉRCOLES DE LA SEMANA I
Propio del Tiempo. Salterio I
24 de febrero
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: LEVÁNTAME SEÑOR, QUE ESTOY CAÍDO
Levántame Señor, que estoy caído,
sin amor, sin temor, sin fe, sin miedo;
quiérome levantar, y estoyme quedo;
yo propio lo deseo, y yo lo impido.
Estoy, siendo uno solo, dividido:
a un tiempo muerto y vivo, triste y ledo;
lo que puedo hacer, eso no puedo;
huyo del mal y estoy en él metido.
Tan obstinado estoy en mi porfía,
que el temor de perderme y de perderte
jamás de mi mal uso me desvía.
Tu poder y bondad truequen mi suerte:
que en otros veo enmienda cada día,
y en mí nuevos deseos de ofenderte. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Salmo 17, 2-30 I- ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.
Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte.
En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz
y mi grito llegó a sus oídos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Ant 2. El Señor me libró porque me amaba.
Salmo 17 II
Entonces tembló y retembló la tierra,
vacilaron los cimientos de los montes,
sacudidos por su cólera;
de su rostro se alzaba una humareda,
de su boca un fuego voraz,
y lanzaba carbones ardiendo.
Inclinó el cielo y bajó
con nubarrones debajo de sus pies;
volaba sobre un querubín
cerniéndose sobre las alas del viento,
envuelto en un manto de oscuridad:
como un toldo, lo rodeaban
oscuro aguacero y nubes espesas;
al fulgor de su presencia, las nubes
se deshicieron en granizo y centellas;
y el Señor tronaba desde el cielo,
el Altísimo hacía oír su voz:
disparando sus saetas, los dispersaba,
y sus continuos relámpagos los enloquecían.
El fondo del mar apareció,
y se vieron los cimientos del orbe,
cuando tú, Señor, lanzaste el fragor de tu voz,
al soplo de tu ira.
Desde el cielo alargó la mano y me sostuvo,
me sacó de las aguas caudalosas,
me libró de un enemigo poderoso,
de adversarios más fuertes que yo.
Me acosaban el día funesto,
pero el Señor fue mi apoyo:
me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me amaba.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor me libró porque me amaba.
Ant 3. Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas.
Salmo 17 III
El Señor retribuyó mi justicia,
retribuyó la pureza de mis manos,
porque seguí los caminos del Señor
y no me rebelé contra mi Dios;
porque tuve presentes sus mandamientos
y no me aparté de sus preceptos;
Le fui enteramente fiel,
guardándome de toda culpa;
el Señor retribuyó mi justicia,
la pureza de mis manos en su presencia.
Con el fiel, tú eres fiel;
con el íntegro, tú eres íntegro;
con el sincero, tú eres sincero;
con el astuto, tú eres sagaz.
Tú salvas al pueblo afligido
y humillas los ojos soberbios.
Señor, tú eres mi lámpara;
Dios mío, tú alumbras mis tinieblas.
Fiado en ti, me meto en la refriega;
fiado en mi Dios, asalto la muralla.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas.
V. Convertíos y haced penitencia.
R. Haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Deuteronomio 10, 12—11, 9.26-28
ELEGID AL SEÑOR COMO ÚNICO DIOS
En aquellos días, dijo Moisés al pueblo estas palabras:
«Y ahora, Israel, ¿qué es lo que te exige el Señor, tu Dios? Que temas al Señor, tu Dios, que sigas sus caminos y lo ames, que sirvas al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma, que guardes los preceptos del Señor, tu Dios, y los mandatos que yo te mando hoy, para tu bien. Cierto: del Señor, tu Dios, son los cielos, hasta el último cielo, la tierra y cuanto hay en ella; con todo, sólo con vuestros padres se ligó con alianza de amor, y escogió a su descendencia, a vosotros mismos, de entre todos los pueblos, como sucede hoy.
Circuncidad vuestro corazón, no endurezcáis vuestra cerviz; que el Señor, vuestro Dios, es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, fuerte y terrible, no es parcial ni acepta soborno, hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al forastero, dándole pan y vestido. Amad, pues, al forastero, porque forasteros fuisteis también vosotros en Egipto. Temerás al Señor, tu Dios, lo servirás, vivirás unido a él y jurarás en su nombre. Él será tu alabanza, él será tu Dios, pues él hizo a tu favor las terribles hazañas que tus ojos han visto. Setenta eran tus padres cuando bajaron a Egipto, y ahora el Señor, tu Dios, te ha hecho numeroso como las estrellas del cielo.
Amarás, pues, al Señor, tu Dios, guardarás sus consignas, sus decretos y preceptos, mientras te dure la vida.
Atended, pues, hoy a lo que os digo. Me estoy dirigiendo a vosotros, no a vuestros hijos que no han conocido ni han visto las lecciones del Señor, vuestro Dios, su grandeza y la fuerza de su brazo extendido, los portentos y hazañas que realizó en medio de Egipto contra el Faraón y toda su tierra; lo que hizo con el ejército egipcio, con sus carros y caballos, que sepultó bajo las aguas del mar Rojo cuando os perseguían, y cómo los aniquiló hasta el día de hoy; todo cuanto hizo por vosotros en el desierto, hasta que llegasteis a este lugar; lo que hizo con Datán y Abirón, hijos de Eliab, descendiente de Rubén, cuando la tierra abrió sus fauces y se los tragó con sus familias, sus tiendas y todo lo que tenían. Me estoy dirigiendo a vosotros, que habéis visto con vuestros propios ojos las grandes hazañas que llevó a cabo el Señor.
Guardad fielmente los preceptos que yo os prescribo hoy: así seréis fuertes, entraréis y tomaréis posesión de la tierra que vais a pasar a ocupar; prolongaréis vuestros años sobre la tierra que el Señor, vuestro Dios, prometió dar a vuestros padres y a su descendencia: una tierra que mana leche y miel.
Mirad, hoy pongo ante vosotros bendición y maldición: la bendición, si escucháis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que os mando hoy; la maldición, si no escucháis los preceptos del Señor, vuestro Dios, y os desviáis del camino que hoy os marco, yendo detrás de dioses extranjeros, que no habíais conocido.»
RESPONSORIO 1Jn 4, 19; 5, 3; 2, 5
R. Amemos a Dios, porque él nos amó primero. En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos; * y sus mandamientos no son pesados.
V. Quien guarda su palabra posee el perfecto amor de Dios.
R. Y sus mandamientos no son pesados.
SEGUNDA LECTURA
De las Demostraciones de Afraates, obispo
(Demostración 11, Sobre la circuncisión, 11-12: PS 1, 498-503
LA CIRCUNCISIÓN DEL CORAZÓN
La ley y la alianza antiguas fueron totalmente cambiadas. Primeramente, el pacto con Adán fue sustituido por el de Noé; más tarde, el concertado con Abraham fue reformado por el de Moisés. Mas como la alianza mosaica no fue observada, al llegar la plenitud de los tiempos vino la nueva alianza, ésta ya definitiva. En efecto, el pacto con Adán se basaba en el mandato de no comer del árbol de la vida; el de Noé en el arco iris; el de Abraham, elegido por su fe, en la circuncisión, como sello característico de su descendencia; el de Moisés en el cordero pascual, propiciación para el pueblo.
Todas estas alianzas eran diversas entre sí. Ahora bien, la circuncisión grata a los ojos de aquel de quien procedían todas estas alianzas es la que dice Jeremías: Circuncidad el prepucio de vuestros corazones. Pues si el pacto concertado por Dios con Abraham fue firme, también éste es firme e inmutable, y ninguna ley se le puede añadir, ya venga de los que están fuera de la ley, ya de los que están sometidos a la ley.
Dios, en efecto, dio a Moisés la ley con todas sus observancias y preceptos, mas, como ellos no la observaron, anuló la ley y sus preceptos; prometió que había de establecer una nueva alianza, la cual afirmó que sería distinta de la primera, por más que él mismo sea el autor de ambas. Y ésta es la alianza que prometió darnos: Todos me conocerán, desde el pequeño al grande. Y en esta alianza ya no existe la circuncisión carnal como signo de pertenencia a su pueblo.
Sabemos con certeza, queridos hermanos, que Dios impuso, en las diversas generaciones, unas leyes, que estuvieron en vigor hasta que él quiso y que más tarde quedaron anuladas, tal como dice el Apóstol, a saber, que el reino de Dios subsistió antiguamente en multitud de semejanzas, según las diversas épocas.
Ahora bien, nuestro Dios es veraz y sus preceptos son fidelísimos; por esto cada una de las alianzas fue en su tiempo firme y verdadera, y los circuncisos de corazón viven y son de nuevo circuncidados en el verdadero Jordán, que es el bautismo para el perdón de los pecados. Jesús, hijo de Nun, o sea Josué, circuncidó al pueblo por segunda vez con un cuchillo de piedra, cuando él y su pueblo atravesaron el Jordán; Jesús, nuestro salvador, circuncida por segunda vez, con la circuncisión del corazón, a todos los que creen en él y reciben el baño bautismal, los cuales son circuncidados con la espada, que es la palabra de Dios, más tajante que espada de dos filos.
Jesús, hijo de Nun, introdujo al pueblo en la tierra prometida; Jesús, nuestro salvador, ha prometido la tierra de la vida a todos los que atraviesen el verdadero Jordán, crean y sean circuncidados en su corazón.
Dichosos, pues, los que han sido circuncidados en el corazón y han renacido de las aguas de la segunda circuncisión; éstos recibirán la herencia junto con Abraham, guía fidedigno y padre de todos, ya que su fe le fue reputada como justicia.
RESPONSORIO Hb 8, 8. 10; cf. 2Co 3, 3
R. Yo concertaré una nueva alianza con la casa de Israel, imprimiendo mi ley en sus mentes. * La escribiré en sus corazones, no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo.
V. Les daré mi ley, no en tablas de piedra, sino en tablas que son sus corazones de carne.
R. La escribiré en sus corazones, no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor, mira complacido a tu pueblo, que con fervor desea entregarse a una vida santa, y, ya que con sus privaciones se esfuerza por dominar el cuerpo, que la práctica de las buenas obras transforme su alma. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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