TIEMPO ORDINARIO
LUNES DE LA SEMANA XXII
De la Feria. Salterio II
31 de agosto
OFICIO DE LECTURA
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Demos vítores al Señor, aclamándolo con cantos.
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra
Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al
Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de
los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: EN EL PRINCIPIO, TU PALABRA
En el principio, tu Palabra.
Antes que el sol ardiera,
antes del mar y las montañas,
antes de las constelaciones,
nos amó tu Palabra.
Desde tu seno, Padre,
era sonrisa su mirada,
era ternura su sonrisa,
era calor de brasa.
En el principio, tu Palabra.
Todo se hizo de nuevo,
todo salió sin mancha,
desde el arrullo del río
hasta el rocío y la escarcha;
nuevo el canto de los pájaros,
porque habló tu Palabra.
Y nos sigues hablando todo el día,
aunque matemos la mañana
y desperdiciemos la tarde,
y asesinemos la alborada.
Como una espada de fuego,
en el principio, tu Palabra.
Llénanos de tu presencia, Padre;
Espíritu, satúranos de tu fragancia;
danos palabras para responderte,
Hijo, eterna Palabra. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.
Salmo 30 I - SÚPLICA CONFIADA Y ACCIÓN DE GRACIAS.
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;
ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
tú aborreces a los que veneran ídolos inertes,
pero yo confío en el Señor;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de
los siglos. Amén.
Ant. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.
Ant 2. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
Salmo 30 II
Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.
Mi vida se gasta en el dolor;
mis años, en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen.
Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.
Oigo las burlas de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano está mi destino:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de
los siglos. Amén.
Ant. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
Ant 3. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios
de misericordia.
Salmo 30 III
¡Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos!
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.
Bendito el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.
Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.
Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.
Sed fuertes y valientes de corazón
los que esperáis en el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de
los siglos. Amén.
Ant. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de
misericordia.
V. Enséñame, Señor, a caminar con lealtad.
R. Porque tú eres mi Dios y Salvador.
PRIMERA LECTURA
De la primera carta a Timoteo 6, 1-10
TENIENDO CON QUÉ ALIMENTARNOS Y CON QUÉ CUBRIRNOS ESTEMOS
CONTENTOS
Hermano: Los que tienen que prestar servidumbre miren a sus
amos como dignos de todo respeto. Así no se hablará mal del nombre de Dios ni
de nuestra doctrina. Los que tienen amos cristianos no los tengan en menos por
ser hermanos. Al contrario, deben servirlos mejor; porque quienes reciben sus
buenos servicios son cristianos y amigos de Dios. Esto debes enseñar e
inculcar.
Quien va enseñando doctrinas erróneas y no presta su
adhesión a las palabras de salvación de Jesucristo, Señor nuestro, y a la recta
doctrina de la fe es un orgulloso que nada sabe, un maniático inclinado a las
discusiones inútiles y a los juegos de palabras. De esto no nace otra cosa sino
envidias, riñas e insultos, sospechas malignas y continuos altercados propios
de personas de mente tarada, faltas de verdad y que consideran la religión sólo
como un negocio.
¡Y en verdad que es fuente de ganancias nuestra religión
para quien se contenta con lo suyo! Nada trajimos al mundo; de modo que nada
podemos llevarnos de él. En teniendo con qué alimentarnos y con qué cubrirnos
estemos contentos. Los que a toda costa quieren almacenar riquezas sucumben a
la tentación, caen en la trampa, en muchos afanes locos y perniciosos que
hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Raíz de todos los males es
el afán del dinero; y algunos, por dejarse llevar de él, se han desviado de la
fe y han quedado sumergidos en un mar de tormentos.
RESPONSORIO Mt 6, 25; cf. 1Tm 6, 8
R. No os apuréis por vuestra vida, pensando si tendréis para
comer, ni por vuestro cuerpo, pensando si tendréis con qué vestiros. * ¿No es
acaso la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?
V. Mientras tengáis con qué alimentaros y con qué cubriros
estad contentos con eso.
R. ¿No es acaso la vida más que el alimento y el cuerpo más
que el vestido?
SEGUNDA LECTURA
Del libro de la Imitación de Cristo
(Libro 3, 3)
YO INSTRUÍ A MIS PROFETAS
Escucha, hijo mío, mis palabras, palabras suavísimas, que
trascienden toda la ciencia de los filósofos y letrados de este mundo. Mis
palabras son espíritu y son vida, y no se pueden ponderar partiendo del
criterio humano.
No deben usarse con miras a satisfacer la vana complacencia,
sino oírse en silencio, y han de recibirse con humildad y gran afecto del
corazón.
Y dije: Dichoso el hombre a quien tú educas, al que enseñas
tu ley, dándole descanso tras los años duros, para que no viva desolado aquí en
la tierra.
Yo -dice el Señor- instruí a los profetas desde antiguo, y
no ceso de hablar a todos hasta hoy; pero muchos se hacen sordos a mi palabra y
se endurecen en su corazón.
Los más oyen de mejor grado al mundo que a Dios, y más
fácilmente siguen las apetencias de la carne que el beneplácito divino.
Ofrece el mundo cosas temporales y efímeras, y, con todo, se
le sirve con ardor. Yo prometo lo sumo y eterno, y los corazones de los hombres
languidecen presa de la inercia.
¿Quién me sirve y me obedece con tanto empeño y diligencia
como se sirve al mundo y a sus dueños?
Sonrójate, pues, siervo indolente y quejumbroso, de que
aquéllos sean más solícitos para la perdición que tú para la vida.
Más se gozan ellos en la vanidad que tú en la verdad. Y,
ciertamente, a veces quedan fallidas sus esperanzas; en cambio, mi promesa a
nadie engaña ni deja frustrado al que funda su confianza en mí.
Yo daré lo que tengo prometido, lo que he dicho lo cumpliré.
Pero a condición de que mi siervo se mantenga fiel hasta el fin.
Yo soy el remunerador de todos los buenos, así como el
fuerte que somete a prueba a todos los que llevan una vida de intimidad
conmigo.
Graba mis palabras en tu corazón y medítalas una y otra vez
con diligencia, porque tendrás gran necesidad de ellas en el momento de la
tentación.
Lo que no entiendas cuando leas lo comprenderás el día de mi
visita.
Porque de dos medios suelo usar para visitar a mis elegidos:
la tentación y la consolación.
Y dos lecciones les doy todos los días: una consiste en
reprender sus vicios, otra en exhortarles a progresar en la adquisición de las
virtudes.
El que escucha mis palabras y las rechaza ya tiene quien lo
condene en el último día.
RESPONSORIO Pr 23, 26; 1, 9; 5, 1
R. Hijo mío, haz caso, acepta de buena gana mi camino, *
pues será hermosa diadema en tu cabeza.
V. Hijo mío, haz caso de mi sabiduría, presta oído a mi
inteligencia.
R. Pues será hermosa diadema en tu cabeza.
ORACIÓN.
OREMOS,
Oh Dios todopoderoso, de quien procede todo don perfecto,
infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo más
religiosa nuestra vida, aumentes el bien en nosotros y con solicitud amorosa lo
conserves. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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