TIEMPO ORDINARIO
MIÉRCOLES DE LA SEMANA XVII
Del Común de santas mujeres - Salterio I
29 de julio
SANTA MARTA. (MEMORIA)
Era hermana de María y de Lázaro; cuando hospedó al Señor en su casa de Betania se esforzó en servirle lo mejor que pudo y, más tarde, con sus oraciones impetró la resurrección de su hermano.
OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Aclamemos al Señor, en esta fiesta de santa Marta.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: DICHOSA LA MUJER QUE HA CONSERVADO
Dichosa la mujer que ha conservado,
en su regazo, con amor materno,
la palabra del Hijo que ha engendrado
en la vida de fe y de amor pleno.
Dichosas sois vosotras, que en la vida
hicisteis de la fe vuestra entereza,
vuestra gracia en la Gracia fue asumida,
maravilla de Dios y de belleza.
Dichosas sois vosotras, que supisteis
ser hijas del amor que Dios os daba,
y así, en la fe, madres de muchos fuisteis,
fecunda plenitud que nunca acaba.
No dejéis de ser madres, en la gloria,
de los hombres que luchan con anhelo,
ante Dios vuestro amor haga memoria
de los hijos que esperan ir al cielo. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Salmo 17, 2-30 I- ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.
Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte.
En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz
y mi grito llegó a sus oídos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Ant 2. El Señor me libró porque me amaba.
Salmo 17 II
Entonces tembló y retembló la tierra,
vacilaron los cimientos de los montes,
sacudidos por su cólera;
de su rostro se alzaba una humareda,
de su boca un fuego voraz,
y lanzaba carbones ardiendo.
Inclinó el cielo y bajó
con nubarrones debajo de sus pies;
volaba sobre un querubín
cerniéndose sobre las alas del viento,
envuelto en un manto de oscuridad:
como un toldo, lo rodeaban
oscuro aguacero y nubes espesas;
al fulgor de su presencia, las nubes
se deshicieron en granizo y centellas;
y el Señor tronaba desde el cielo,
el Altísimo hacía oír su voz:
disparando sus saetas, los dispersaba,
y sus continuos relámpagos los enloquecían.
El fondo del mar apareció,
y se vieron los cimientos del orbe,
cuando tú, Señor, lanzaste el fragor de tu voz,
al soplo de tu ira.
Desde el cielo alargó la mano y me sostuvo,
me sacó de las aguas caudalosas,
me libró de un enemigo poderoso,
de adversarios más fuertes que yo.
Me acosaban el día funesto,
pero el Señor fue mi apoyo:
me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me amaba.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor me libró porque me amaba.
Ant 3. Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas.
Salmo 17 III
El Señor retribuyó mi justicia,
retribuyó la pureza de mis manos,
porque seguí los caminos del Señor
y no me rebelé contra mi Dios;
porque tuve presentes sus mandamientos
y no me aparté de sus preceptos;
Le fui enteramente fiel,
guardándome de toda culpa;
el Señor retribuyó mi justicia,
la pureza de mis manos en su presencia.
Con el fiel, tú eres fiel;
con el íntegro, tú eres íntegro;
con el sincero, tú eres sincero;
con el astuto, tú eres sagaz.
Tú salvas al pueblo afligido
y humillas los ojos soberbios.
Señor, tú eres mi lámpara;
Dios mío, tú alumbras mis tinieblas.
Fiado en ti, me meto en la refriega;
fiado en mi Dios, asalto la muralla.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas.
V. Todos quedaban maravillados.
R. De las palabras que salían de la boca de Dios.
PRIMERA LECTURA
Del libro de Job 32, 1-6; 33, 1-22
HABLA ELIHÚ ACERCA DEL MISTERIO DE DIOS
Los tres hombres no respondieron más a Job, convencidos de que era inocente. Pero Elihú, hijo de Baraquel, de la familia de Ram, natural de Buz, se indignó contra Job, porque pretendía justificarse frente a Dios. También se indignó contra los tres compañeros, porque, al no hallar respuesta, habían dejado a Dios como culpable. Elihú había esperado, mientras ellos hablaban con Job, porque eran mayores que él; pero, viendo que ninguno de los tres respondía, Elihú, hijo de Baraquel, de Buz, indignado, intervino, diciendo:
«Escucha mis palabras, Job, presta oído a mi discurso, mira que ya abro la boca y mi lengua forma palabras con el paladar; hablo con un corazón sincero, mis labios expresan un saber acendrado.
El soplo de Dios me hizo, el aliento del Todopoderoso me dio vida. Contéstame, si puedes, prepárate, ponte frente a mí. Mira: igual que tú soy ante Dios, también yo fui plasmado de la arcilla. No te espantará mi terror, ni pesará mi mano sobre ti.
Tú has dicho esto en mi presencia, yo te he escuchado: "Yo soy puro, no tengo delito, soy inocente, no hay culpa en mí, pero él encuentra pretextos contra mí, me considera su enemigo, mete mis pies en el cepo y espía todos mis pasos."
Protesto: en eso no tienes razón, porque Dios es más grande que el hombre. ¿Cómo te atreves a acusarlo de que no responda a todas tus razones? Dios sabe hablar de un modo o de otro, y uno no lo advierte.
En sueños o visiones nocturnas, cuando el letargo cae sobre el hombre que está durmiendo en su cama: entonces le abre el oído y lo estremece con avisos, para apartarlo de sus malas obras y corregir su orgullo, para librar su vida de la fosa y de cruzar el Canal.
Otras veces lo corrige con una enfermedad, con la agonía incesante de sus miembros, cuando hasta la comida le repugna y le asquean sus manjares favoritos, cuando su carne se consume y desvanece y sus huesos a la vista se descubren, cuando su alma a la fosa se aproxima y su vida a la morada de los muertos.»
RESPONSORIO Rm 11, 33-34
R. ¡Qué abismo de riqueza es la sabiduría y ciencia de Dios! * ¡Qué insondables son sus juicios y qué irrastreables sus caminos!
V. ¿Quién ha conocido jamás la mente del Señor? ¿Quién ha sido su consejero?
R. ¡Qué insondables son sus juicios y qué irrastreables sus caminos!
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Agustín, obispo
(Sermón 103, 1-2. 6: PL 38, 613. 615)
DICHOSOS LOS QUE PUDIERON HOSPEDAR AL SEÑOR EN SU PROPIA CASA
Las palabras del Señor nos advierten que, en medio de la multiplicidad de ocupaciones de este mundo, hay una sola cosa a la que debemos tender. Tender, porque somos todavía peregrinos, no residentes; estamos aún en camino, no en la patria definitiva; hacia ella tiende nuestro deseo, pero no disfrutamos aún de su posesión. Sin embargo, no cejemos en nuestro esfuerzo, no dejemos de tender hacia ella, porque sólo así podremos un día llegar a término.
Marta y María eran dos hermanas, unidas no sólo por su parentesco de sangre, sino también por sus sentimientos de piedad; ambas estaban estrechamente unidas al Señor, ambas le servían durante su vida mortal con idéntico fervor. Marta lo hospedó, como se acostumbra a hospedar a un peregrino cualquiera. Pero, en este caso, era una sirvienta que hospedaba a su Señor, una enferma al Salvador, una creatura al Creador. Le dio hospedaje para alimentar corporalmente a aquel que la había de alimentar con su Espíritu. Porque el Señor quiso tomar la condición de esclavo para así ser alimentado por los esclavos, y ello no por necesidad, sino por condescendencia, ya que fue realmente una condescendencia el permitir ser alimentado. Su condición humana lo hacía capaz de sentir hambre y sed.
Así, pues, el Señor fue recibido en calidad de huésped, él, que vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a cuantos lo recibieron dio poder de llegar a ser hijos de Dios, adoptando a los siervos y convirtiéndolos en hermanos, redimiendo a los cautivos y convirtiéndolos en coherederos. Pero que nadie de vosotros diga: «Dichosos los que pudieron hospedar al Señor en su propia casa.» No te sepa mal, no te quejes por haber nacido en un tiempo en que ya no puedes ver al Señor en carne y hueso; esto no te priva de aquel honor, ya que el mismo Señor afirma: Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.
Por lo demás, tú, Marta -dicho sea con tu venia, y bendita seas por tus buenos servicios-, buscas el descanso como recompensa de tu trabajo. Ahora estás ocupada en los mil detalles de tu servicio, quieres alimentar unos cuerpos que son mortales, aunque ciertamente son de santos; pero ¿por ventura, cuando llegues a la patria celestial, hallarás peregrinos a quienes hospedar, hambrientos con quienes partir tu pan, sedientos a quienes dar de beber, enfermos a quienes visitar, litigantes a quienes poner en paz, muertos a quienes enterrar?
Todo esto allí ya no existirá; allí sólo habrá lo que María ha elegido: allí seremos nosotros alimentados, no tendremos que alimentar a los demás. Por esto, allí alcanzará su plenitud y perfección lo que aquí ha elegido María, la que recogía las migajas de la mesa opulenta de la palabra del Señor. ¿Quieres saber lo que allí ocurrirá? Dice el mismo Señor, refiriéndose a sus siervos: Os aseguro que se pondrá de faena, los hará sentar a la mesa y se prestará a servirlos.
RESPONSORIO Cf. Jn 12, 1-3
R. Después de que Jesús resucitó a Lázaro, le ofrecieron un banquete en Betania, * y Marta servía la mesa.
V. María tomó una libra de ungüento precioso y ungió los pies de Jesús.
R. Y Marta servía la mesa.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, cuyo Hijo quiso aceptar la hospitalidad que santa Marta le ofreció en su casa, haz que nosotros, por intercesión de esta santa, estemos siempre dispuestos a servirte en cada uno de nuestros hermanos y así merezcamos ser recibidos por ti en las moradas eternas, al final de nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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