martes, 28 de abril de 2020

LITURGIA DE LAS HORAS - OFICIO DE LECTURA



TIEMPO PASCUAL
MIÉRCOLES DE SEMANA III
Del Común de vírgenes. Salterio III

29 de abril

SANTA CATALINA DE SIENA, virgen y doctora de la Iglesia. MEMORIA
Nació en Siena el año 1347; siendo aún niña, movida por su deseo de perfección, se hizo terciaria dominica. Inflamada en amor a Dios y al prójimo, trabajó intensamente por la paz y la concordia entre las ciudades, defendió con ardor los derechos y la libertad del romano pontífice y promovió la renovación de la vida religiosa. También escribió varias obras llenas de sana doctrina y de inspiración celestial. Murió el año 1380.

OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes. Aleluya.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: ESTA MUJER NO QUISO

Esta mujer no quiso
tomar varón ni darle su ternura,
selló su compromiso
con otro amor que dura
sobre el amor de toda criatura.

Y tanto se apresura
a zaga de la huella del Amado,
que en él se transfigura,
y el cuerpo anonadado
ya está por el amor resucitado.

Aquí la Iglesia canta
la condición futura de la historia,
y el cuerpo se adelanta
en esta humilde gloria
a la consumación de su victoria.

Mirad los regocijos
de la que por estéril sollozaba
y se llenó de hijos,
porque el Señor miraba
la pequeñez humilde de su esclava. Amén.

SALMODIA

Ant 1. La misericordia y la fidelidad te preceden, Señor. Aleluya.

Salmo 88, 2-38 I - HIMNO AL DIOS FIEL A LAS PROMESAS HECHAS A DAVID

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Pues dijiste: «Cimentado está por siempre mi amor,
asentada más que el cielo mi lealtad.»

Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades.»

El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos?

Dios es temible en el consejo de los ángeles,
es grande y terrible para toda su corte.
Señor de los ejércitos, ¿quién como tú?
El poder y la fidelidad te rodean.

Tú domeñas la soberbia del mar
y amansas la hinchazón del oleaje;
tú traspasaste y destrozaste a Rahab,
tu brazo potente desbarató al enemigo.

Tuyo es el cielo, tuya es la tierra;
tú cimentaste el orbe y cuanto contiene;
tú has creado el norte y el sur,
el Tabor y el Hermón aclaman tu nombre.

Tienes un brazo poderoso:
fuerte es tu izquierda y alta tu derecha.
Justicia y derecho sostienen tu trono,
misericordia y fidelidad te preceden.

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, ¡oh Señor!, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo.

Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La misericordia y la fidelidad te preceden, Señor. Aleluya.

Ant 2. El Hijo de Dios nació según la carne de la estirpe de David. Aleluya.

Salmo 88, 2-38 II

Un día hablaste en visión a tus amigos:
«He ceñido la corona a un héroe,
he levantado a un soldado sobre el pueblo.»

Encontré a David, mi siervo,
y lo he ungido con óleo sagrado;
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga valeroso;

no lo engañará el enemigo
ni los malvados lo humillarán;
ante él desharé a sus adversarios
y heriré a los que lo odian.

Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán,
por mi nombre crecerá su poder:
extenderé su izquierda hasta el mar,
y su derecha hasta el Gran Río.

Él me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora»;
y yo lo nombraré mi primogénito,
excelso entre los reyes de la tierra.

Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable;
le daré una posteridad perpetua
y un trono duradero como el cielo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Hijo de Dios nació según la carne de la estirpe de David. Aleluya.

Ant 3. Juré una vez a David, mi siervo: «Tu linaje será perpetuo.» Aleluya.

Salmo 88, 2-38 III

Si sus hijos abandonan mi ley
y no siguen mis mandamientos,
si profanan mis preceptos
y no guardan mis mandatos,
castigaré con la vara sus pecados
y a latigazos sus culpas;

pero no les retiraré mi favor
ni desmentiré mi fidelidad,
no violaré mi alianza
ni cambiaré mis promesas.

Una vez juré por mi santidad
no faltar a mi palabra con David:
«Su linaje será perpetuo,
y su trono como el sol en mi presencia,
como la luna, que siempre permanece:
su solio será más firme que el cielo.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Juré una vez a David, mi siervo: «Tu linaje será perpetuo.» Aleluya.

V. Dios resucitó a Cristo de entre los muertos. Aleluya.
R. Para que nuestra fe y esperanza se centren en Dios. Aleluya.

PRIMERA LECTURA

De los Hechos de los apóstoles 9, 23-43

SAULO EN JERUSALÉN. MILAGROS DE PEDRO

Después que transcurrieron muchos días, resolvieron los judíos quitar la vida a Saulo. Pero sus planes llegaron a conocimiento de Saulo. Y como día y noche vigilaban las puertas de la ciudad con el objeto de darle muerte, sus discípulos lo tomaron una noche y lo bajaron por la muralla, descolgándolo en una espuerta. Así, llegó a Jerusalén y allí quiso juntarse con los discípulos; pero todos recelaban de él, pues creían que no era en verdad un discípulo. Por fin Bernabé lo tomó consigo y lo llevó a presencia de los apóstoles. Con todo detalle les refirió cómo Saulo había visto al Señor en el camino y cómo éste le había hablado; les contó además cómo Saulo había predicado en Damasco con toda valentía en el nombre de Jesús.

Quedóse, pues, Saulo con ellos en Jerusalén y predicaba con toda intrepidez en el nombre del Señor. Hablaba también y discutía con los judíos helenistas, hasta que éstos resolvieron quitarle la vida. Enterados de ello los hermanos, lo llevaron a Cesárea, y de allí lo enviaron a Tarso.

Mientras tanto, la Iglesia disfrutaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría, y se edificaba y progresaba en el temor del Señor y estaba llena del consuelo del Espíritu Santo. Pedro, que recorría los diversos lugares, llegó una vez a los fieles que moraban en Lida. Allí encontró a un hombre, llamado Eneas, que era paralítico y llevaba ocho años tendido en cama. Pedro le dijo:

«Eneas: Jesús, el Mesías, te devuelve la salud. Levántate y arregla tú mismo la cama.»

Y al instante se levantó. Lo vieron todos los habitantes de Lida y de Sarón, y se convirtieron al Señor.

Había en Joppe una discípula, llamada Tabita -nombre que quiere decir «Gacela»-, que se dedicaba enteramente a las obras de piedad y a hacer limosnas. En aquellos días, cayó enferma y murió. Lavaron su cuerpo y lo colocaron en la habitación superior de la casa. Como Lida está cerca de Joppe, los discípulos, enterados de que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres con este recado:

«Ven aquí sin tardar.»

Pedro se puso al instante en camino y se fue con ellos. Apenas llegado allá, le hicieron subir a la habitación superior, donde acudieron todas las viudas llorando y mostrándole las túnicas y mantos que en vida les hiciera Tabita. Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas e hizo oración; después, volviéndose hacia el cadáver, exclamó:

«Tabita, levántate.»

Abrió ella los ojos y, al ver a Pedro, sé incorporó. Él le dio la mano, y la ayudó a ponerse en pie. Y, llamando a los fieles y a las viudas, se la devolvió con vida. Todo Joppe se enteró del hecho, y muchos creyeron en el Señor. Pedro se quedó bastantes días en Joppe, en casa de un curtidor, llamado Simón.

RESPONSORIO    Jn 14, 12. 13

R. El que crea plenamente en mí * hará las mismas obras que yo hago. Aleluya.
V. Cuanto pidáis en mi nombre yo lo concederé, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
R. Hará las mismas obras que yo hago. Aleluya.

SEGUNDA LECTURA

Del Diálogo de santa Catalina de Siena, virgen, Sobre la divina providencia
(Cap. 167, Acción de gracias a la Santísima Trinidad: edición latina, Ingolstadt 1583, ff. 290v-291)

GUSTÉ Y VÍ

¡Oh Divinidad eterna, oh eterna Trinidad, que por la unión con tu divina naturaleza hiciste de tan gran precio la sangre de tu Hijo unigénito! Tú, Trinidad eterna, eres como un mar profundo, en el que cuanto más busco más encuentro, y cuanto más encuentro más te busco. Tú sacias el alma de una manera en cierto modo insaciable, ya que siempre queda con hambre y apetito, deseando con avidez que tu luz nos haga ver la luz, que eres tú misma.

Gusté y vi con la luz de mi inteligencia, ilustrada con tu luz, tu profundidad insondable, Trinidad eterna, y la belleza de tus creaturas: por esto, introduciéndome en ti, vi que era imagen tuya, y esto por un don que tú me has hecho, Padre eterno, don que procede de tu poder y de tu sabiduría, sabiduría que es atribuida por apropiación a tu Unigénito y el Espíritu Santo, que procede de ti, Padre, y de tu Hijo, me dio una voluntad capaz de amar.

Porque tú, Trinidad eterna, eres el hacedor, y yo la hechura: por esto he conocido con la luz que tú me has dado, al contemplar cómo me has creado de nuevo por la sangre del Hijo único, que estás enamorado de la belleza de tu hechura.

¡Oh abismo, oh Trinidad eterna, oh Divinidad, oh mar profundo!: ¿qué don más grande podías otorgarme que el de ti mismo? Tú eres el fuego que arde constantemente sin consumirse; tú eres quien consumes con tu calor todo amor del alma a sí misma. Tú eres, además, el fuego que aleja toda frialdad, e iluminas las mentes con tu luz, esta luz con la que me has dado a conocer tu verdad.

En esta luz, como en un espejo, te veo reflejado a ti, sumo bien, bien sobre todo bien, bien dichoso, bien incomprensible, bien inestimable, belleza sobre toda belleza, sabiduría sobre toda sabiduría: porque tú eres la misma sabiduría, tú el manjar de los ángeles, que por tu gran amor te has comunicado a los hombres.

Tú eres la vestidura que cubre mi desnudez, tú sacias nuestra hambre con tu dulzura, porque eres dulce sin mezcla de amargor, ¡oh Trinidad eterna!

RESPONSORIO    Cf. Ct 5, 2

R. Ábreme, hermana mía, que has llegado a ser coheredera de mi reino; amada mía, que has llegado a conocer los profundos misterios de mi verdad; * tú has sido enriquecida con la donación de mi Espíritu, tú has sido purificada de toda mancha con mi sangre. Aleluya.
V. Sal del reposo de la contemplación y consagra tu vida a dar testimonio de mi verdad.
R. Tú has sido enriquecida con la donación de mi Espíritu, tú has sido purificada de toda mancha con mi sangre. Aleluya.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor Dios nuestro, que diste a santa Catalina de Siena el don de entregarse con amor a la contemplación de la pasión de Cristo y al servicio de la Iglesia, haz que, por su intercesión, el pueblo cristiano viva siempre unido al misterio de Cristo, para que pueda rebosar de gozo cuando se manifieste su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario