domingo, 9 de noviembre de 2025

LITURGIA DE LAS HORAS - OFICIO DE LECTURA



TIEMPO ORDINARIO
LUNES DE LA SEMANA XXXII
Del Común de pastores para un santo papa y del Común de doctores de la Iglesia. Salterio IV

10 de noviembre

OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO

Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: HONDO SABER DE DIOS FUE VUESTRA CIENCIA

Hondo saber de Dios fue vuestra ciencia.
su espíritu de verdad os dio a beberla
en la Revelación, que es su presencia
en velos de palabra siempre nueva.

Abristeis el camino para hallarla
a todo el que de Dios hambre tenía,
palabra del Señor que, al contemplarla,
enciende nuestras luces que iluminan.

Saber de Dios en vida convertido
es la virtud del justo, que, a su tiempo,
si Dios le dio la luz, fue lo debido
que fuera su verdad, su pensamiento.

Demos gracias a Dios humildemente,
y al Hijo, su verdad que a todos guía,
dejemos que su Luz, faro esplendente,
nos guíe por el mar de nuestra vida. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Que bueno es el Dios de Israel para los justos.

Salmo 72 I - POR QUÉ SUFRE EL JUSTO

¡Qué bueno es Dios para el justo,
el Señor para los limpios de corazón!

Pero yo por poco doy un mal paso,
casi resbalaron mis pisadas:
porque envidiaba a los perversos,
viendo prosperar a los malvados.

Para ellos no hay sinsabores,
están sanos y engreídos;
no pasan las fatigas humanas
ni sufren como los demás.

Por eso su collar es el orgullo,
y los cubre un vestido de violencia;
de las carnes les rezuma la maldad,
el corazón les rebosa de malas ideas.

Insultan y hablan mal,
y desde lo alto amenazan con la opresión.
Su boca se atreve con el cielo,
y su lengua recorre la tierra.

Por eso mi pueblo se vuelve a ellos
y se bebe sus palabras.
Ellos dicen: «¿Es que Dios lo va a saber,
se va a enterar el Altísimo?»
Así son los malvados:
siempre seguros, acumulan riquezas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Que bueno es el Dios de Israel para los justos.

Ant 2. Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.

Salmo 72 II

Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón
y he lavado en la inocencia mis manos?
¿Para qué aguanto yo todo el día
y me corrijo cada mañana?

Si yo dijera: «Voy a hablar como ellos»,
renegaría de la estirpe de tus hijos.

Meditaba yo para entenderlo,
pero me resultaba muy difícil;
hasta que entré en el misterio de Dios,
y comprendí el destino de ellos.

Es verdad: los pones en el resbaladero,
los precipitas en la ruina;
en un momento causan horror,
y acaban consumidos de espanto.

Como un sueño al despertar, Señor,
al despertarte desprecias sus sombras.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.

Ant 3. Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden.

Salmo 72 III

Cuando mi corazón se agriaba
y me punzaba mi interior,
yo era un necio y un ignorante,
yo era un animal ante ti.

Pero yo siempre estaré contigo,
tú tomas mi mano derecha,
me guías según tus planes,
y me llevas a un destino glorioso.

¿No te tengo a ti en el cielo?;
y contigo, ¿qué me importa la tierra?
Se consumen mi corazón y mi carne
por Dios, mi herencia eterna.

Sí: los que se alejan de ti se pierden;
tú destruyes a los que te son infieles.

Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor mi refugio,
y proclamar todas tus acciones
en las puertas de Sión.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden.

V. Qué dulce al paladar tu promesa, Señor.
R. Más que miel en la boca.

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Ezequiel 5, 1-17

CON UNA ACCIÓN SIMBÓLICA SE PREDICE LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN

En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:

«Hijo de hombre, coge una cuchilla afilada, coge una navaja barbera y pásatela por la cabeza y la barba. Después, coge una balanza y haz porciones. Un tercio lo quemarás en la lumbre en medio de la ciudad, cuando se cumplan los días del asedio; un tercio lo sacudirás con la espada en torno a la ciudad; un tercio lo esparcirás al viento, y los perseguiré con la espada desnuda. Recogerás unos cuantos pelos y los meterás en el orillo del manto; de éstos apartarás algunos y los echarás al fuego, y dejarás que se quemen.

Dirás a la casa de Israel: Esto dice el Señor: Se trata de Jerusalén: la puse en el centro de los pueblos, rodeada de países, y se rebeló contra mis leyes y mandatos pecando más que otros pueblos, más que los países vecinos; rechazaron mis mandatos y no siguieron mis leyes.

Por eso, así dice el Señor: Porque fuisteis más rebeldes que los pueblos vecinos, porque no seguisteis mis leyes ni cumplisteis mis mandatos, ni obrasteis como es costumbre de los pueblos vecinos, por eso, así dice el Señor: Aquí estoy contra ti para hacer justicia en ti a la vista de los pueblos. Por tus abominaciones haré en ti cosas que jamás hice ni volveré a hacer. Por eso, los padres se comerán a sus hijos en medio de ti, y los hijos se comerán a sus padres; haré justicia en ti, y a tus supervivientes los esparciré a todos los vientos.

Por eso, ¡por mi vida! —oráculo del Señor—, por haber profanado mi santuario con tus ídolos y abominaciones, juro que te rechazaré, no me apiadaré de ti ni te perdonaré. Un tercio de los tuyos morirán de peste, y el hambre los consumirá dentro de ti; un tercio caerán a espada alrededor de ti; y al otro tercio los esparciré a todos los vientos y los perseguiré con la espada desnuda. Agotaré mi ira contra ellos y desfogaré mi cólera hasta quedarme a gusto; y sabrán que yo, el Señor, hablé con pasión, cuando agote mi cólera contra ellos.

Te haré escombro y escarnio para los pueblos vecinos, a la vista de los que pasen. Serás escarnio y afrenta, escarmiento y espanto para los pueblos vecinos, cuando haga en ti justicia con ira y cólera, con castigos terribles. Yo, el Señor, lo he dicho: Dispararé contra vosotros las flechas fatídicas del hambre, que acabarán con vosotros, pues para acabar con vosotros las dispararé. Os daré hambre con creces y os cortaré el sustento del pan. Mandaré contra vosotros hambre y fieras salvajes, que os dejarán sin hijos; pasarán por ti peste y matanza y mandaré contra ti la espada. Yo, el Señor, lo he dicho.»

RESPONSORIO    Lc 13, 34; Ez 5, 14

R. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas! * ¡Cuántas veces he querido agrupar a tus hijos! Pero no lo habéis querido.
V. Te haré escombro y escarnio para los pueblos vecinos.
R. ¡Cuántas veces he querido agrupar a tus hijos! Pero no lo habéis querido.

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san León Magno, papa
(Sermón 4, 1-2: PL 54, 148-149)

EL ESPECIAL SERVICIO DE NUESTRO MINISTERIO

Aunque toda la Iglesia está organizada en distintos grados, de manera que la integridad del sagrado cuerpo consta de una diversidad de miembros, sin embargo, como dice el Apóstol, todos somos uno en Cristo Jesús; y esta diversidad de funciones no es en modo alguno causa de división entre los miembros, ya que todos, por humilde que sea su función, están unidos a la cabeza. En efecto, nuestra unidad de fe y de bautismo hace de todos nosotros una sociedad indiscriminada, en la que todos gozan de la misma dignidad, según aquellas palabras de san Pedro, tan dignas de consideración: También Vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo; y más adelante: Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo adquirido por Dios.

La señal de la cruz hace reyes a todos los regenerados en Cristo, y la unción del Espíritu Santo los consagra sacerdotes; y así, además de este especial servicio de nuestro ministerio, todos los cristianos espirituales y perfectos deben saber que son partícipes del linaje regio y del oficio sacerdotal. ¿Qué hay más regio que un espíritu que, sometido a Dios, rige su propio cuerpo? ¿Y qué hay más sacerdotal que ofrecer a Dios una conciencia pura y las inmaculadas víctimas de nuestra piedad en el altar del corazón? Aunque esto, por gracia de Dios, es común a todos, sin embargo, es también digno y laudable que os alegréis del día de nuestra promoción como de un honor que os atañe también a vosotros; para que sea celebrado así en todo el cuerpo de la Iglesia el único sacramento del pontificado, cuya unción consecratoria se derrama ciertamente con más profusión en la parte superior, pero desciende también con abundancia a las partes inferiores.

Así pues, amadísimos hermanos, aunque todos tenemos razón para gozarnos de nuestra común participación en este oficio, nuestro motivo de alegría será más auténtico y elevado si no detenéis vuestra atención en nuestra humilde persona, ya que es mucho más provechoso y adecuado elevar nuestra mente a la contemplación de la gloria del bienaventurado Pedro y celebrar este día solemne con la veneración de aquel que fue inundado tan copiosamente por la misma fuente de todos los carismas, de modo que, habiendo sido el único que recibió en su persona tanta abundancia de dones, nada pasa a los demás si no es a través de él. Así, el Verbo hecho carne habitaba ya entre nosotros, y Cristo se había entregado totalmente a la salvación del género humano.

RESPONSORIO    Mt 16, 18; Sal 47, 9

R. Dijo Jesús a Simón: «Yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, * y los poderes del infierno no la derrotarán.»
V. Dios la ha fundado para siempre.
R. Y los poderes del infierno no la derrotarán.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor, tú que nos has prometido que las fuerzas del mal nunca prevalecerán contra la Iglesia, cimentada sobre la roca de Pedro, haz que, por la intercesión del papa san León Magno, tu pueblo permanezca siempre firme en la verdad y goce de una paz estable y verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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